Variaciones sobre una ficción, de Germán Hernández, salió de las prensas este año pasado con muy poco respaldo mediático. ¿La razón?: "Guega" Hernández no ha publicado nada anteriormente (pese a tener 37 años) por lo que no es un nombre conocido en el medio literario; a household name, como dirían los anglosajones.
Y bueno, tampoco ha sido parte de sonados eventos políticos o intelectuales en nuestro país. No ha sido embajador de Costa Rica en países europeos o en organismos internacionales, por lo que no ha logrado los enlaces, las conexiones, las "patas" y las relaciones que sí han logrado los que escriben y han ostentado alguno de esos cargos. (Con la siempre honrosa excepción de doña Carmen Naranjo).
Y bueno, tampoco ha sido parte de sonados eventos políticos o intelectuales en nuestro país. No ha sido embajador de Costa Rica en países europeos o en organismos internacionales, por lo que no ha logrado los enlaces, las conexiones, las "patas" y las relaciones que sí han logrado los que escriben y han ostentado alguno de esos cargos. (Con la siempre honrosa excepción de doña Carmen Naranjo).
Y pese a ello, Germán es sindicalista... y teólogo... y economista. Y además es poeta y narrador. Es decir, no tiene que recorrer el mundo con Las botas de las siete leguas para convertirse en un tipo culto, entrenado e intelectualmente sobrio, con la obvia ventaja, como es de esperarse, que todo esto influye poderosamente en su narrativa.
Es un hombre entregado a su oficio de artista en los breves momentos de ocio que sus múltiples actividades le permiten. (Ya sé, frase cliché, pero muy cierta).
Es un hombre entregado a su oficio de artista en los breves momentos de ocio que sus múltiples actividades le permiten. (Ya sé, frase cliché, pero muy cierta).
Lo visité una vez en 1997 y mi anfitrión me enseñó el germen de lo que sería este cuentario. En ese momento me pareció más una novela experimental que una colección de cuentos; un trabajo lleno de muchos aciertos pero bastante mal escrito. Sin embargo, Guega es un hombre prudente. No cede a la tentación de publicar un típico batiburrillo de inmadurez juvenil y a la vuelta de 13 años tengo en mis manos un libro muy sólido, muy bien escrito y bastante arriesgado por demás.
Presentación de Variaciones para una ficción en el Instituto Cultural de México. De izquierda a derecha, Warren Ulloa, Germán Hernández y Santiago Porras.
El colega narrador Warren Ulloa afirma no gustarle mucho la segunda parte del libro: "en esa tendencia de renovación, de experimentación, de búsqueda del delito como Maigret, este libro pierde potencia e ingresa en arenas movedizas". Curiosamente soy de pensar totalmente opuesto al de mi amigo Ulloa. Es en la segunda parte donde el libro efectivamente toma riesgos, y resultan ser riesgos valiosos. Bajo el tenue encubrimiento nomenclatural de la ópera se despliega una obra paralela que es ópera, narración y trama, todo a la misma vez. Los textos de enumeraciones devienen entonces en letanías arquetípicas que si bien no son parte de la fábula propiamente dicha, sí ayudan a decorar el entorno con el contexto físico del caso, es decir, estos "cuentos" extraños hacen de utilería y tramoya para los relatos en torno a ellos. Ingenioso modo de cargar el ambiente con la parafernalia requerida para una verdadera puesta en escena.
También debo mencionar la redundancia de títulos y subtítulos, o al menos la parodia y el parafraseo de los mismos. Este recurso le termina dando a toda la sección la unidad que otros le podrían estar reclamando por medio de la fábula. Sí, claro, es un albur, un riesgo premeditado (a lo largo de muchos años) pero cumple el cometido que siempre debe cumplir la experimentación en el arte literario: ampliar las fronteras del lenguaje y los significados más allá de donde han sido llevados por los convencionalismos al uso. Y es aquí donde vale la pena recordar que la literatura es un río y no un estanque. Siempre está en movimiento y aunque se pueda devolver (como cierto tributario del Amazonas) nunca se detendrá del todo. Digo, si es que no estamos hablando de la literatura de don Jacques Sagot o de algún otro respetable foslilizado.
También debo mencionar la redundancia de títulos y subtítulos, o al menos la parodia y el parafraseo de los mismos. Este recurso le termina dando a toda la sección la unidad que otros le podrían estar reclamando por medio de la fábula. Sí, claro, es un albur, un riesgo premeditado (a lo largo de muchos años) pero cumple el cometido que siempre debe cumplir la experimentación en el arte literario: ampliar las fronteras del lenguaje y los significados más allá de donde han sido llevados por los convencionalismos al uso. Y es aquí donde vale la pena recordar que la literatura es un río y no un estanque. Siempre está en movimiento y aunque se pueda devolver (como cierto tributario del Amazonas) nunca se detendrá del todo. Digo, si es que no estamos hablando de la literatura de don Jacques Sagot o de algún otro respetable foslilizado.
Germán Hernández en una noche de tertulia.
En lo que sí estamos de acuerdo los presentadores Warren Ulloa, Santiago Porras y quien escribe es que con Variaciones para una ficción se hace una importante contribución a la narrativa joven de Costa Rica. (Dentro de los cánones internacionales, nadie en literatura deja de ser "joven" hasta después de los cuarenta años). Así pues, es poco relevante que al lector Warren Ulloa le gustara más la primera parte o que al lector Alexánder Obando le gustara más la segunda parte, cuando lo que está en juego es la totalidad del texto. Sí, es un texto bueno y vale la pena leerlo. Pero es un libro para gente que quiere leer para vivir un buen rato y no para matar el tiempo. La literatura que solo "mata tiempo" usualmente también mata los cerebros de sus lectores. O como dijera en su intervención Santiago Porras: No creo que [...] los aficionados a las frivolidades estén interesados en leer escritos como los de Germán Hernández, ¡qué pena por ellos, se pierden a un autor que los desnuda!
Alexánder Obando
Canícula del 2011.
3 comentarios:
1. Lectura pendiente, pero no olvidada.
2. La exposición de Germán, sobre su personalidad intelectual es totalmente acertada. Es, además, un amigo comprometido con la intelectualidad, sobrio y ecuánime.
3. Mencionar a Sagot o comentarios afines, desde mi perspectiva de hoy, le ensució el piso a Germán y a una reseña literaria que disfruté evadiendo eso.
Con toda admiración:
El comentario final es de Geovanny Debrús Jiménez a título personal, por error se consignó con otra dirección.
Un libro del cual me alegro de que no quedara guardado en una gaveta. La obra de Germán debe ser conocida.
Sobre su difusión, bueno, pues ya sabemos lo que sucede, pero precisamente le comentaba yo a Germán que este libro tuvo más cobertura que muchos otros. Las reseñas de Warren y de Santiago se movieron bastante, incluso en "La Nación", a pesar del mismo Germán, jeje. Y ahora esta tuya.
Sobre la segunda parte, creo que tiene un valor especial precisamente por provocar diversas lecturas. Eso es signo de que algo se está moviendo.
Gracias por la reseña.
Saludos
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