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domingo, febrero 28, 2010

NUESTRA MADRE LILIT

 Vivarium por Ireen 1oj

Nuestra arquetípica madre ancestral es el centro de un posible remolino en forma de novela. Ella, su mundo, sus múltiples trasuntos, avatares y sombras son lo que ahora me obsesionan. La Gran Diosa Madre, La Reina cretense de las Abejas, La señora de las grutas, Rea, Gaia, Hera, Semele, Hécate, Diana, Artemisa, Cibeles, Isis, Ishtar, Nana, las brujas medievales, las sacerdotisas de Babilonia, Ariadna, Embla, La Señora del Laberinto, Kali, las prostitutas sagradas, Elagábalo, La Reina de las Hachas, Las Furias, las Gracias, Las Parcas, Eva, María, Tiamat... y tantas otras históricas y míticas, reales y ficticias, bondadosas e infernales... Pero entre todas ellas, la que sobresale por su extraordinaria capacidad de seducción sexual, mental y trascendente es Lilit, madre de judíos y cristianos, abuela de todos los demonios de la Tierra. La tradición patriarcal no nos dice que también sea sea madre de ángeles, pero de seguro lo es. Ella es todo... en síntesis... es LA ZOÉ.

Sin título por Jantar Mantar

martes, febrero 23, 2010

URIEL QUESADA COMENTA "EL MÁS VIOLENTO PARAÍSO"


EL BORGEANO

por Uriel Quesada*

Se busca desde hace tiempo a los legítimos herederos de Borges. En Argentina, no sin razón, se ha señalado a Ricardo Piglia como el único autor que ha llegado a escribir novelas que sin duda hubieran complacido a Borges, libros como La ciudad ausente o Respiración artificial. Para otros el verdadero borgeano es el Roberto Bolaño de Los detectives salvajes. ¿No será más bien que los borgeanos conforman una sociedad secreta, con obras notables aquí y allá? Habría que preguntarle a Alexánder Obando, aunque él de seguro lo va a negar, porque quienes pertenecen a ciertas cofradías deben ser discretos y pasar por simples mortales. Sin embargo no es necio decir que su libro El más violento paraíso  pertenece a ese selecto grupo de obras que logran conjugar en la vasta extensión de una novela varias preocupaciones éticas, estéticas y formales del inefable Borges.

Laberinto de la catedral de Chartres

En su compleja estructura, basada en la fragmentación, en relatos de breve extensión que van desde los juguetes cómicos hasta retratos de la vida cotidiana en una base lunar, El más violento paraíso nos brinda una teoría de la civilización, con Bizancio como punto de partida y destino recurrente y el culto a Dionisos como eje argumental e incluso simbólico. No en vano el lector viaja sin mayores transiciones a la antigüedad, al presente y al futuro. No es casual tampoco que de Bizancio se pase a San José y de ahí a Sinus-Iridum. En esta novela tiempo y espacio se mueven en una relación de simultaneidad, no de progresión. Coinciden a un mismo nivel la Historia, con su crueldad y sus excesos, la pequeña y divertida anécdota local y la especulación filosófica.

Lo que articula este mundo de aparente caos son los ritos dionisiacos, una forma de conocimiento en sí, pero a la vez una lógica que permea cada una de las historias. Por una parte, Dionisos invoca al placer, cualquier tipo de placer. Para agradar al dios hay que soltar las riendas y dejar que el cuerpo experimente hasta que quede saciado. Pero Dionisos a su vez es una deidad de la muerte, y somete a los seres humanos a ciclos constantes de violencia y destrucción. Así las cosas, placer y muerte se entrelazan, determinan eventos y explican las acciones de personajes tan diversos y, al menos en apariencia, poco relacionados entre sí como lo son el chico de una soda josefina, Nikki o Mehmet II.

Como ocurre con las narraciones de Borges, El más violento paraíso puede leerse a varios niveles, como una cadena de anécdotas sabrosas, como un compendio de la infamia universal, como un logrado texto de ciencia ficción. Obando muestra el dominio de varios subgéneros y la habilidad para mantener siempre al lector atento e intrigado. Novela de sexo—y mucho—, novela sobre los extremos del poder, retrato de las múltiples posibilidades sensoriales que brindan las drogas, El más violento paraíso es un libro total y universal. Lo primero por cuanto logra abarcar un amplio espectro de temas y formas narrativas en procura de crear una realidad propia, autónoma, donde nada sobra ni hace falta. Lo segundo porque el libro establece conexiones con obras de otras culturas y con autores de distintas tradiciones. No se queda en un realismo local, no imita tímidamente posibles tendencias en la literatura contemporánea, sino que propone su propia visión de la novela como experiencia de lectura y hecho estético.

Laberinto con el tema de Teseo y el Minotauro

Se dice que Borges llegó a Dios por la razón. Asimismo lo ha hecho Obando, aunque en su narrativa esa deidad, Dionisos, nos pueda parecer contradictoria, pues no nos ofrece la eternidad individual sino el placer y la muerte en un ciclo eterno. Les queda a los lectores el reto de acercarse a esta propuesta. Lo bueno es que la lectura promete un disfrute enorme, como lo hace toda novela irreverente y notable.

  * Dr. Uriel Quesada, escritor y docente, Universidad de Tulane, Nueva Orleáns.

sábado, febrero 20, 2010

UNA SORPRESA SINFÓNICA: ¡Solo los españoles!

Jamá imaginé que un instrumento tan sui géneris tuviera tanta presencia en un escenario para orquesta sinfónico. La orquesta es de lujo, la pieza de lujo y la intérprete de lujo. Noten como la señora lleva el ritmo no solo con las manos sino también con la cabeza y hasta con el rostro.

sábado, febrero 13, 2010

RODRIGO SOTO COMENTA UN TEXTO ANTIGUO

Rodrigo Soto presenta; Alexánder Obando escucha.  (Foto Luissiana Naranjo)

En la presentación de El más violento paraíso (10 de Feb, Instituto de México) el escritor Rodrigo Soto hizo un análisis aproximativo a un texto antiguo del que se sabe poco; incluso el nombre de la autora, Krys Alexánder, ha sido puesto en duda por algunas autoridades.

 EL PARAÍSO MÁS VIOLENTO,
ACERCAMIENTO A LA OBRA DE KRYS ALEXÁNDER

                                                                       Rodrigo Soto.-

No es mucho, en verdad, lo que a ciencia cierta sabemos del autor, la autora o los autores de la obra que hoy nos ocupa.

Un número importante de estudiosos defienden la idea de que “El violento paraíso”, “El paraíso más violento” o “La violencia del paraíso” –como ha sido traducido indistintamente el título– es una selección de textos, una obra de carácter antológico antes que un libro unitario, por lo que estaríamos frente a un conjunto de autores y autoras acerca de los que literalmente nada sabemos.
Apoyan su hipótesis en la evidente heterogeneidad de los textos que recoge o agrupa la obra. Como se ha dicho, el libro es un ensamble, un conjunto, una mezcla de textos heteróclitos que hacen referencia a diferentes contextos geográficos e históricos, en algunos casos indudablemente ficticios o ficcionales. En otros casos, los textos parecen tener un sustento histórico que los especialistas en estudios paleo-historiográficos continúan debatiendo. La controversia sobre la naturaleza de los textos se extiende a los campos filosófico, mitológico y hasta paleontológico.

En cuanto al debate filosófico, hasta nosotros han llegado infinidad de versiones en distintas lenguas antiguas del famoso texto de Plato o Platón –no confundir con Plauto, del que desafortunadamente solo tenemos referencia– titulado “Atlantis o la Atlántida”. Sin embargo, los fragmentos que recoge “El paraíso más violento” no aparecen en ninguna otra de las ediciones disponibles. Justificadamente ello ha llevado a sospechar a algunos entre los más perspicaces estudiosos que, en este caso, estaríamos ante una suerte de plagio o mistificación, semejante a lo que ocurrió con algunas versiones, hoy desaparecidas, de “Don Xijote”, o “Don Quijote”, acerca de cuales existen numerosas referencias en textos antigüos.

Sobre el debate mitológico, “El paraíso más violento” ofrece referencias constantes –aunque confusas y contradictorias– a diversos mitos de la antigüedad, cuyo conocimiento llega hasta nosotros de manera indirecta, por numerosos textos del mismo período de la obra que nos ocupa. Sin embargo, la divergencia entre las versiones incluidas en este texto y las versiones que los estudiosos han llegado a fijar o establecer, son numerosas, y con frecuencia resultan evidentes y desconcertantes.

En cuanto a la paleontología, si bien la discusión ha tenido lugar fuera de los medios científicos o académicos, vale la pena hacer al menos referencia a la absurda idea de que el Minotauro pudo existir, como sostienen ciertos autores en el medio de los relatos seudocientíficos de consumo fácil y ligero. Cada tanto, cuando aparece un nuevo hallazgo de las bestias que habitaron el planeta en eras geológicas anteriores, no falta un delirante que pretenda demostrar –mediante los más rebuscados artificios- que “ahora sí podríamos estar ante la evidencia incontestable de la existencia del Minotauro en el planeta.”

Volviendo al debate sobre la autoría de “El paraíso más violento”, debemos decir que, se trate de un antólogo o del autor de los textos, su nombre mismo ha dado pie a dilatadas controversias, pues hay los que sostienen que “Alexánder” corresponde a su nombre de pila y no al familiar. Si bien es cierto que “Alexánder” era un nombre personal en la época –particularmente en la región donde, según toda evidencia, vivió el autor o autora la mayor parte de su vida–, resulta improbable que la tradición nos transmitiese su nombre personal y no su nombre familiar, toda vez que los estudios paleo-históricos confirman la preeminencia, en aquella época, del nombre familiar sobre el personal. Así pues, tan solo un accidente explicaría que fuese este, y no aquel, el que, cruzando los siglos, supo llegar hasta nosotros.

Sea como fuere, la mayoría de los estudios sostienen que Alexánder nació en una remota región tropical al sur de Washingtonia, en la época en que los Wasp disputaban la hegemonía planetaria con los Mishkas. Algunas referencias en el texto así lo sugieren, aunque bien podría tratarse del recurso del autor para despistar o simplemente de una licencia poética más, abundantes en la obra. Algunos estudiosos sostienen que el autor vivió parte de su infancia entre los Wasp, aunque los argumentos y pruebas que aportan resultan endebles. En cualquier caso, se tiene la certeza de que Alexánder vivió la mayor parte de su vida en los trópicos al norte de Istmica. La ciudad que ahí existía desapareció tras una serie de eventos telúrico-volcánicos a mediados del pasado milenio, en el apogeo de la Período Tórrido. Los hallazgos arqueológicos confirman la existencia de vestigios urbanos en esta región. En cuanto a la fecha de producción del texto, casi todos los especialistas la sitúan inmediatamente tras el colapso del reino de los Mishkas, justo antes de que los Sinos consolidaran su dominio durante lo que hoy llamamos los “Siglos Tibios”.

Personalmente adhiero el argumento de que el autor o la autora vivió parte de su niñez y juventud en el reino de los Wasp. Algunas referencias en el texto así lo sugieren, aunque, una vez más, podríamos hallarnos frente licencias poéticas o mistificaciones para despistar lectores o acrecer la leyenda del autor –una obsesión en aquella época.

Como ya anotamos, la controversia sobre el nombre del autor o autora se extiende a su género o sexo. No son pocos los estudiosos que defienden la idea de que Alexánder era una mujer. Se aventuran incluso a afirmar que su nombre personal sería Krys –con lo que tendríamos a Krys Alexánder como autora del texto–, y arguyen para ello que la obra es explícita al respecto.

En efecto, en el capítulo que lleva el número 12, titulado “Eis Ten Polín” –el significado de la frase continúa siendo un enigma– leemos: “Krys soñará todo esto en el fondo del laberinto que será su ciudad mágica (…) La ciudad tendrá el sello de un pueblo que representa a los demás pueblos, o los representa a todos en sus características esenciales. Por eso será importante reconstruir la ciudad con todo y su basura y su decadencia, para que el monumento de Krys sea total, y ella (…) pueda sonreír en la noche eterna cuyo único fin sería, entonces, adorar cada vez más la ausencia del tiempo.”

La precisión con que el pasaje resume el contenido de la obra –o al menos lo que de ella llegó hasta nosotros- sugeriría, en efecto, que la autora del texto se llamó Krys Alexánder: una mujer que gustaba de las mujeres, según se la describe en otro pasaje. Sin embargo, la escena a la que nos hemos venido refiriendo nos presenta a Krys realizando dibujos en Istambul/Constantinopla/Bizancio y no escribiendo sobre la ciudad, como hubiera sido en caso de que estuviéramos ante un libro testimonial y de que la Krys de marras fuese su autora. Por ello, soy de los que opinan que Krys es solo un personaje más entre las decenas que pueblan la obra, y no una referencia autobiográfica del autor o autora.

A mis ojos, semejante composición revela una voluntad creadora única, autónoma, y confirma la hipótesis del autor o autora individual del libro, sobre aquellos que defienden la tesis de que estamos ante una obra de carácter antológico.

En el mismo capítulo 12 al que nos referimos antes, se nos dice que la ciudad de Bizancio/Constantinopla/Istanbul fue “construida por los niños más ancianos del mundo, los que siempre buscaron el pasado en el futuro y así aprendieron a no distinguir uno del otro.” No hay duda de que parte del interés que suscita entre nosotros la obra, reside justamente en este recurso de colocar frente a frente, como máscaras distintas y similares al mismo tiempo, el pasado y el futuro, hasta crear la sensación, o mejor dicho, hasta laboriosamente edificar la idea de que futuro y pasado y presente son apenas máscaras, rostros fugaces de algo más profundo y, para usar la palabrita, eterno.

Pero, de la misma forma como el texto, considerado como unidad, viene a cuestionar la existencia –o más bien la linealidad– del Tiempo, termina por interrogarnos, asimismo, sobre el estatuto o la condición o la naturaleza de “lo real.” “¿Dónde está o cuál es la verdadera realidad?”, parece preguntarnos Krys Alexánder o quien fuera el autor o autora del libro. “¿Acaso todos somos el efecto de otros que nos sueñan en otra dimensión de la realidad o que nos han soñado en otro rincón del tiempo?” Eso parece preguntarnos la obra. Pregunta sin respuesta, claro está.

Pero al lado de estas preguntas acerca de la naturaleza de lo Real y del Tiempo, “La violencia del paraíso” aventura también una serie de ideas acerca de nuestra condición como criaturas. Sin necesidad de ensayar una interpretación, la obra es explícita al respecto. Así, por ejemplo, en la sección que lleva el número 34, titulada “Cornucopia”, se afirma explícitamente: “Porque sin muerte la vida no tendría tributo.”

Esta reivindicación de la muerte y de la violencia ritual como sustrato último de nuestra especie, es quizás el meollo ideológico del libro. Por eso mismo llama la atención que, para referirse él, Krys Alexánder o quien fuese su autor, se sirviera de la ciudad Bizancio y no de las ciudades de la antigüedad americana, donde el sacrificio ritual de seres humanos constituyó parte medular de la vida social y religiosa. Más que Bizancio, México-Tenochtitlán es el emblema de la muerte y el sacrificio ritualizados, así como de la destrucción y reinicio cíclicos del Tiempo, otra de las ideas sugeridas por el texto. Si el autor o la autora vivió al norte de Istmica, como defiendo, resulta un misterio por qué se solazó en la reconstrucción de Bizancio/Constantinopla/Istambul, y no en la de México-Tenochtitlán o las ciudades antiguas del mundo Maya, como la proximidad geográfica podría haber dictado. Pero recordemos que proximidad geográfica no es lo mismo que pertenencia cultural, y la historia del continente que entonces llamaban “América” es la mejor prueba de ello. Aquí, la conquista europea segó de un tajo los vínculos con su propia antigüedad, siendo, desde entonces, la mayor parte de sus habitantes traspuestos o introducidos con violencia en la historia europea, en la que vivirían durante siglos como parias, expatriados o invitados de última hora y de tercera clase.

En fin, la metáfora o el símbolo utilizado por Alexánder para hablar de esta condición es el Minotauro minoico-cretense y no la voraz y sedienta deidad mexica. Valiéndose de esa metáfora, lo que Alexánder parece decirnos es que cada uno de nosotros representa la caverna y, por tanto, todos llevamos dentro al Minotauro. Alimentarlo mediante ritos de muerte es nuestro deber y responsabilidad, pues de otra forma, enloquecido, el Minotauro terminará devorándonos a nosotros mismos.

Así pues, debo repetir lo que suelo decir en estas ocasiones: Leer, aunque sea un ejercicio excéntrico y cada vez más infrecuente, es fácil. Emocionarse también es fácil, sobre todo cuando un texto ofrece imágenes controversiales o desafiantes, o agita ideas con las que nos identificamos. Interpretar un texto, ya no resulta tan fácil. Comprenderlo suele ser francamente difícil. Y asimilarlo resulta a menudo tarea de titanes, en verdad algo casi imposible.

Estas dificultades, comunes a todas las obras, se magnifican cuando hablamos de libros de la antigüedad remota, y se acrecientan aún más cuando se trata de libros de la ambición y complejidad formales como las de este que nos ocupa, “La violencia del paraíso”, “El violento paraíso” o “El paraíso más violento”, cuya autora acaso fuera Krys Alexánder, aunque eso ya nunca lo sabremos con certeza.

 Firma de libros. (Foto Ray Chinchilla).

Alfonso Chase (también presentador) y el autor conversan inmediatamente después de la presentación. (Foto Ray Chinchilla).
 
En días siguientes les traeremos más fotgrafías y videos de este evento, así como la presentación del escritor Chase.

Reseña de esta presentación en Club de Libros.

viernes, febrero 12, 2010

ENTREVISTA A ALEXÁNDER OBANDO


Esta entrevista a Alexánder Obando, realizada por la periodista Evelyn Ugalde, apareció primero en Clubdelibros.com el 8 de febrero del 2010, y de luego en Informatico el 11 de febrero. Esta versión final es levemente distinta.

1- ¿De qué se trata El más violento paraíso?

       Se trata de una novela hipermasiva en lo temático; como una estrella supergigante roja, o simplemente como yo de vacaciones. En síntesis no es el tamaño por lo que la tildo de hipermasiva, sino por la temática. Hay historias de jóvenes homosexuales que se ocultan de su sociedad; plagas rojas que persiguen a los humanos por los campos de la Tierra; historias de asesinos múltiples que además de secuestrar niños, los evisceran vivos, los manosean, los torturan y luego hacen una comilona diabólica con sus partes; También hay instrucciones (mágicas) para seducir, para quitar enemigos de en medio, o simplemente para el mal de ojo. La novela se enfrenta, además con piratas espaciales, sectas mistéricas que se ocultan entre los pobladores de la luna; amantes de mala estrella que viven sus últimos minutos juntos; cataclismos planetarios; mensajes venidos de otros planetas, prostitución al estilo selenita; una gran droga del futuro llamada esquifo; así como la toma de Constantinopla por los turcos; la persecuciones de la diosa Hera al joven Dionisos; los cultos y epifanías a este último; la Atlántida de Platón, y otros temas más.

2- ¿Esta es la segunda edición de El más violento paraíso, por qué cree usted que ha tenido tanto éxito entre los círculos literarios y underground y la juventud pero aún no ha sido descubierta por el gran público tico? ¿Es El más violento paraíso una novela maldita?

       Creo que la respuesta radica precisamente en la intención de esta novela de explorar los campos tabú de la literatura costarricense canónica. Solo muy tímidamente se venía hablando de los otros, es decir, de la diferencia, del derecho a ser distinto. Buena parte de nuestra literatura (a pesar de los esfuerzos de grandes figuras actuales como Tatiana Lobo, Rodolfo Arias, Alfonso Chase o Anacristina Rossi) sigue oliendo a que algún obispo local le ha puesto el NIHIL OBSTAT. Tan es así que nuestras escritoras (muchas de ellas, al menos) siguen escondiendo su fecha de nacimiento; no mencionan los detalles en torno a la muerte de gente como Eunice Odio o Max Jiménez y muchos de nuestros críticos literarios (hasta los premiados) aún van a misa los domingos. Dicho de otra manera, Costa Rica es un pueblo chico no más grande que un calzoncillo…  y los escritores somos el “frenazo” que debe tener en el centro.
       Ahora, en cuanto a “novela maldita”, pues yo muchas veces la he llamado maldita novela (por lo mucho que a veces me ha costado) pero no novela maldita. Imagino que por “maldita” se refieren a una novela que no comparte el paradigma o canon al uso, pero que sí tiene su propio nicho de lectores. Creo que ese es al caso de mi novela, y más que “maldita” yo diría que tiene una leve inclinación “cultica”.

3- La novela ha sido acusada por algunos de "depravada". ¿Que opina usted al respecto?

       Depravado: “se aplica a la persona que tiene un comportamiento vicioso o que se aparta de la moral y las costumbres generalmente admitidas”, el diccionario dixit. Y tiene algo de razón; yo me aparto de las costumbres generalmente admitidas: abomino el patriarcalismo abusivo, la misoginia, la homofobia, la negación de las diferencias, la censura moralista, el autobombo cínico de las figuras religiosas locales, la abulia y la indiferencia ante el arte, el desdén a priori por nuestro sistema democrático, la mezquindad, corrupción y descaro de nuestra clase gobernante, nuestra no voluntad para pensar más allá de quince o dieciséis segundos, y sobre todo, nuestro asquerosa autocomplacencia con nuestros propios defectos como cultura y como nación. Y algo más… también soy un vicioso, como señala la definición. Doy cualquier cosa por un buen libro, por una buena cena, por una gaseosa light o por una compañía hermosa. Todo eso junto a buena música y estoy en mi propio paraíso… ¡Definitivamente soy un vicioso!
       Y para redondear su pregunta, agregaré que mi novela no es depravada. Más bien, el mundo en que nació es un mundo depravado. La novela es solo un espejo.

4- ¿Cuáles obras o autores fueron sus mayores influencias a la hora de redactar El más violento paraíso?

       The Wild Boys de William Burroughs; Endgame de Samuel Beckett; The Martian Chronicles de Ray Bradbury; Interview with the Vampire de Anne Rice; The Tempest de Shakespeare; cuentos diversos de Lovecraft, El color del verano de Reinaldo Arenas; El Satiricón de Petronio; Rinocerontes y Las sillas de Eugene Ionesco. Y como telón de fondo, siempre sentimos el calor cósmico de Rimbaud, Kavafis, Lorca, Eliot y Poe. Eso para solo mencionar las influencias literarias, porque también han influido cineastas y algunos teóricos.
       Todos me enseñaron algo diferente: Burroughs y Arenas me enseñaron que una novela acaba donde acaba la imaginación de su autor, no antes. Beckett, Ionesco y Shakespeare me enseñaron que la literatura también es “realidad”, que tan solo es un subconjunto de esta realidad mayor. Petronio me ha mostrado que el ser humano es degenerado por naturaleza propia y Bradbury, claro, me señaló que esa raza “viciosa” que somos está dispuesta a consumirlo todo. En síntesis, los humanos somos una lindura muy peligrosa.
      
5- ¿Cómo fue el proceso de escritura de la novela?

       Primero, en dos años, escribí “los ladrillos” de la novela; luego me pasé los tres años siguientes construyendo la casa. Esto segundo fue lo más difícil. Llené una pared de mi apartamento con llaves, burbujas, flechas y todo tipo de comentario hasta que a fines de 1999 empecé a ver más o menos lo que andaba buscando. Mi experiencia en este sentido fue que el desorden aparente es más difícil de lograr que el orden explícito.
       Debo agregar que esa forma de “construir” una novela me es consustancial. No me propuse inventar nada nuevo. No planee nada nuevo. Simplemente salió así; y así sigo trabajando toda mi literatura. Yo trabajo en fragmentos y a partir de ellos voy haciendo construcciones más grandes. Supongo que tendrá algo que ver con el hecho de que de niño y adolescente trabajé mucho la escultura en plasticina y barro. Siempre hacía primero las piezas, y luego unía el conjunto.

6- ¿Se considera usted parte de la generación del desencanto, que incluye a Rodrigo Soto y Fernando Contreras, por ejemplo?

       Una fraterna amistad me une a muchos de ellos, pero no me siento parte de su generación. Las razones creo que son personales; por ejemplo, a Soto, Cortés y Contreras los conozco desde hace mucho tiempo, pero no es hasta muy recientemente que me acerco a uno o varios de ellos. Por otro lado, desde hace más de veinte años tengo una cercana amistad con Mauricio Molina, Esteban Ureña y Julio Acuña (Q.E.P.D.), mientras que en los últimos diez años he interactuado generacionalmente mucho con Adriano Corrales, Uriel Quesada, Juan Murillo, Guillermo Barquero y otros. Soy  una pizca menor que Rodolfo Arias, pero me siento parte de su generación. Soy bastante mayor que Ureña, Murillo, Molina, Barquero, o Luis Chaves, pero también me siento parte de su generación; una generación que yo llamaría la generación del 2000, porque creo que la palabra “milenio” todavía nos queda muy grande a los ticos. Y somos, además, una generación aparte porque ya no solo nos llama el desencanto a escribir; nos llama la multiplicidad informática, las plasticidad y elasticidad de los nuevos modelos y valores, la sed de experimentar sin dejar de ser uno mismo. En fin, “Costa Rican Lit moving Off-shore”, como señalé en algún momento. La generación artística, en definitiva, no la mido yo por la edad de sus miembros. De ser así, o William Burroughs o Gregory Corso, tendría que haberse salido de la etiqueta de “beat”. Una generación literaria, es entonces un grupo de personas escribiendo e interactuando activamente en un espacio/tiempo dado. La edad de cada uno de sus componentes no suele ser vital para la definición del conjunto.

7- ¿Podría comentarnos sobre la mezcla de géneros y estilos en El más violento paraíso?

       Es un truco muy viejo. Se encuentra ya presente en la Biblia. También lo encontrará en la novela clásica romana, donde no solo se mezclan géneros diversos sino también con idiomas diversos. Estos tipos de trabajos se llamaban “sátiras”, proveniente de “saturas”, platillos combinados con toda clase de comidas que se servían en las saturnales. Así pues, El más violento paraíso no hace más que adherirse a ciertas técnicas que ya han dejado obras como El Satiricón, Gargantúa y Pantagruel, El Quijote, Las mil y una noches, El libro de Apolonio y otros muchos. No hice más que desempolvar para nuestro medio un estilo que estuvo en boga mientras Jesucristo todavía estaba sangrando.

8- ¿Puede hablarnos un poco sobre sus otros libros publicados?

       El Taller Eunice Odio publicó en 1995 una antología de poesía llamada Instrucciones para salir del cementerio marino. Fue un trabajo colectivo que nos llevó varios años en realizar. Luego vino El más violento paraíso que publiqué en el 2001. Mientras trabajaba esta novela se me cruzó otra por allá de 1998. Esta segunda novela era un intento por desfogar los momentos de tensión y desconcierto que me producía El más violento paraíso.  Así, de repente, me vi trabajando dos novelas a la vez. La primera la terminé en el 2000 y la segunda, Canciones a la muerte de los niños, en el 2007. Canciones… y El paraíso… son complementarias, es decir, remiten la una a la otra; y lo mismo espero de todo lo demás que siga escribiendo. También trabajé entre 2005 y 2007 una antología LGBT para la ECR llamada La gruta y el arcoíris. Este último trabajo, aunque cansado, fue un enorme placer desde el punto de vista humano, no solo por trabajar en compañía de personas como Alfonso Chase, Mabel Morvillo y Albino Chacón, sino también por conocer verdaderas instituciones dentro de nuestro canon como lo son Carmen Naranjo y José León Sánchez.

9- ¿Que está escribiendo actualmente? ¿Tiene algo listo para publicar?

       Actualmente finalizo un libro que imagino será el tercero del ciclo dionisíaco y, a la vez, ya tengo semi armada una novela más… el cuarto miembro del conjunto. Será una novela más histórica y más cercana, en términos generales, a El más violento paraíso. Pretendo con eso darle punto final a mis quince minutos en nuestro medio; claro, si no es que el bus de la Periférica o los bomberos de Tibás no me dejan hecho un amplio graffiti en media calle antes de que yo concluya mis proyectos.
       También voy a publicar, muy pronto ya, un libro titulado Ángeles para suicidas. Es mi pequeño testimonio de los años en que hice bohemia y re-bohemia disfrazado de poeta. Los están trabajando los compañeros de la Editorial Arboleda y ya está pronto a salir. Lo quiero mucho porque creo que será mi único libro de poemas. En fin, como ya te dije, uno pone y la Periférica dispone…

Alexánder Obando
5 de febrero de 2010.

miércoles, febrero 10, 2010

.:: HOY ::. LA NOVELA MÁS "FEA" DE LA LITERATURA NACIONAL.

(Katharsis por Ophelias Overdose)

Presentación de
"El más violento paraíso"

Hoy miércoles, 10 de febrero, 7 pm, Instituto de México, Barrio los Yoses.

Presentan los escritores Rodrigo Soto y Alfonso Chase.


Ver entrevista a Alexánder Obando en Clubdelibros AQUÍ.