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sábado, abril 25, 2009

ALIMENTE SU CEREBRO CON INTELIGENCIA PROCESADA

Estamos a dos meses de las vacaciones de medio año. ¿Ya pensó Ud. cómo ejercitará su cerebro y el de sus hijos durante ese período? ¿Ya ha pensado en cómo alimentarlo de la mejor manera posible para bien propio y de sus herederos? Pues aquí, tras varias semanas de investigación, hemos elaborado un método que se da por infalible… e incluso por incuestionable.

Le proponemos, querido lector, mejorar su visión de mundo y su agudeza intelectual leyendo ¡LITERATURA NACIONAL!

Así es. Nuestro método, infalible, como ya hemos indicado, tiene el respaldo de investigadores, bachilleres, licenciados, másters y doctores en el ramo, además de los expertos honoris causa, tan frecuentes en nuestra fauna neuronal.

Este método ha sido elaborado a partir de dos hechos: los textos escogidos han sido premiados con el más alto valor de las letras nacionales; y dos, quienes hicieron tales escogencias ostentan el rango de “intelectuales de reconocida solvencia”.

Así, pues, olvídese de Rodolfo Arias y su marimba de pachucos, de Polo Moro y su grotesco tanque séptico de lo psiquiátrico, de Uriel Quesada y su pluma extranjerizada y rosa, de Vernor Muñoz y su intelectualismo pedante, de Tatiana lobo y su narrativa acusetas para encantar a extranjeros. Olvídese también de “María la noche”, “Archipiélago”, “Los correos del diablo” y toda otra literatura que aborde lo infamemente procaz o no sea claramente “tema costarricense” o “de interés para los costarricenses” como tan puntualmente a han dictaminado nuestros críticos.

Y sin más dilaciones, damos a ustedes el orgulloso fruto de nuestra investigación. Recuerde: estas obras son tenidas como indispensables para la formación de la literatura costarricense:

Porque el tiempo no tiene sombra (poesía)

Frutos dormidos (poesía)

La extensa huída (poesía)

Costa Rica, poema a poema (poesía)

Los signos y el tiempo (poesía)

Mirrusquita (cuento)

Noche en vela (novela)

El no iniciado (novela)

Ella estaba donde no se sabía (novela)

Cuentos de muertos y otras soledades (cuento)

Pesadillas de un hombre urbano (cuento)

La llave de Hécate (cuento)

La música de Paul (cuento)

Vientre de ocarina (poesía)

Poemas para arrepentidos (poesía)

De flores y de cantos (poesía)

Cuentos de plenilunio (cuento)

Leyendas para contar, un teatrito y una canción (cuento)

Canto para no llorar (cuento)

El angelito que se quedó dormido (cuento)

Aclaremos antes de finalizar que, pese a algunos de los títulos, ninguna de estas obras fue premio de literatura infantil, sino de cuento, novela o poesía para adultos. Es de suponer, aunque no lo hemos confirmado, que muchos trabajos para infantes fueron premiados en la rama de literatura para adultos por no existir aún un premio de literatura infantil. Pero, como dijimos, no es más que una conjetura.

Agregamos a modo de apéndice parte de nuestra investigación: Los premios nacionales de 1995 al 2008. La información que tenemos para antes del 95 está aún por completarse.

Los Premios Nacionales de Literatura Aquileo J. Echeverría (1995-2008)
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2008
Dramaturgia: Jorge Arroyo ― La romería
Ensayo: DESIERTO
Poesía: Erick Gil Salas ― Las voces, los oficios y otras cosas
Libro no ubicable: Jorge Villalobos Salazar ― El envenenamiento ofídico en animales en el continente americano
Cuento: DESIERTO
Novela: Carlos Morales Castro ― La rebelión de las avispas
Mención honorífica: Camilo Rodríguez Chaverri ―Templos de Costa Rica


2007
Dramaturgia: Sergio Masís ― Más abajo del aire
Ensayo: Carlos Cortés ― La gran novela perdida
Poesía: Erick Gil Salas ― La luna en rayuela
Libro no ubicable: Adolfo Constela Umaña ― La lengua de Térraba
Cuento: Sonia Morales Solarte ― Cuentos de muertos y otras soledades
Novela: Rodolfo Arias Formoso ―Te llevaré en mis ojos


2006
Dramaturgia: DESIERTO
Ensayo: Manuel Solís Avendaño ― La institucionalidad ajena. Los años 40 y el fin de siglo
Poesía: Mía Gallegos ― El umbral de las horas
Libro no ubicable: Amalia Chaverri Fonseca y Nilo Fernández Ortiz ― El Quijote entre nosotros
Cuento: Rodrigo Soto ― Floraciones y desfloraciones
Novela: Froilán Escobar ― Ella estaba donde no se sabía


2005
Dramaturgia): Sergio Masís ― Las prestaciones
Ana Istarú ― La loca (compartido)
Ensayo: María Lourdes Cortés ― La pantalla rota
Poesía: Vivian Cruz ― Vientre de ocarina
Libro no ubicable: Juan Ernesto Quesada / Juan Rafael Camacho ― Época de oro de la música escolar costarricense
Cuento: Vernor Muñoz ― Infinita razón de los sueños
Novela: Uriel Quesada ― El gato en sí mismo

2004
Dramaturgia: Jorge Arroyo ― La tea fulgurante
Ensayo: Yadira Calvo ― Éxtasis y ortigas. Las mujeres entre el goce y la escritura
Poesía: Rodolfo Dada ― De azul el mar
Libro no ubicable: Informe Estado de la Nación
Cuento: Miriam Bustos ― Los ruidos y Julia
Novela: Tatiana Lobo ― El corazón del silencio


2003
Dramaturgia: Jorge Arroyo Pérez ― Figueroa. Notario de la Patria Inédita
Ensayo: Franz J. Hinkelammert ― El sujeto y la ley. El retorno del sujeto reprimido
Poesía: Julieta Dobles Izaguirre ― Poemas para arrepentidos
Libro no ubicable: Enrique Margery Peña ― Estudios de mitología comparada indoamericana
Cuento: José Enrique Castillo Barrantes ― Pesadillas de un hombre urbano
Novela: DESIERTO

2002
Dramaturgia: DESIERTO
Ensayo: Alexánder Jiménez ― El imposible país de los filósofos
Carlos Sandoval García ― Otros amenazantes (compartido)
Poesía: Carlos Francisco Monge ― Enigmas de la imperfección
Xenia Gordienko ― De flores y de cantos (compartido)
Libro no ubicable: Joice Anglin Edwards y Eugenio Murillo ― Anancy en Limón
Luis Ferrero ― Los mil y un tiquismos (compartido)
Cuento: Lara Ríos ― La música de Paul
Eduardo Vargas Ugalde ― La llave de Hécate (compartido)
Novela: Anacristina Rossi ― Limón Blues

2001
Dramaturgia: Klaus Steinmetz ― Ecos de ceniza
Ensayo: DESIERTO
Poesía: Rónald Bonilla Carvajal ― Porque el tiempo no tiene sombra
Libro no ubicable: Marjorie Ross ― Entre el comal y la olla
Cuento: Jacques Sagot ― Cuentos de plenilunio
Novela: Mario Zaldívar ― Después de la luz roja


2000
Dramaturgia: Melvin Méndez ― Terminal del sueño
Ensayo: Margarita Rojas y Flora Ovares ― El sello del ángel
Poesía: Marta Royo ― Frutos dormidos
Libro no ubicable: María del Pilar Zeledón Ruiz y Édgar Chavarría ― Libro de educación
Cuento: Ernesto Rivera ― Animales de la noche
Novela: Fernando Contreras ― El tibio recinto de la oscuridad
Tatiana Lobo ― El año del laberinto (compartido)

1999
Dramaturgia: DESIERTO
Ensayo: Jorge Arturo Chaves ― De la utopía a la política económica. Para una ética de las políticas económicas
María Lourdes Cortés ― Amor y traición: Cine y literatura en América Latina (compartido)
Poesía: Milton Zárate ― La extensa huida
Libro no ubicable: Enrique Ulate Chacón ― Tratado de derecho procesal agrario (Tomo I)
Cuento: Myriam Bustos ― Una ponencia y otras soledades
Novela: Carlos Cortés ― Cruz de olvido


1998
Dramaturgia: DESIERTO
Ensayo: DESIERTO
Poesía: José María Zonta ― Lobos en la brisa
Libro no ubicable: Adolfo Constenla Umaña ― Curso básico de bribri
Cuento: Eduardo Vargas Ugalde ― Mujeres, sombras y coloquios de uno
Novela: DESIERTO


1997
Dramaturgia: DESIERTO
Ensayo: Alfonso Chase ― Los herederos de la promesa
Poesía: Julieta Dobles ― Costa Rica, poema a poema
Libro no ubicable: Miguel Ángel Quesada ― Los huetares: historia, lengua, etnografía y tradición oral
Cuentos: José Ricardo Chaves ― Cuentos tropigóticos
Novela: Óscar Núñez Olivas ― El teatro circular


1996
Dramaturgia: Jorge Arroyo ― Mata-Hari Sentencia para una aurora
Ensayo: DESIERTO
Poesía: Guillermo Fernández ― Estocada final
José María Zonta ― Tres noviembres (compartido)
Libro no ubicable: Faustino Desinach ― 1° de mayo. Cuba 1996
Elmer Guillermo García ― Sobrevivencia en la montaña (compartido)
Cuento: Delfina Collado ― Canto para no llorar
Clara Amelia Acuña ― Leyendas para contar, un teatrito y una canción
Novela: Alfonso Chase ― La mariposa y el pavorreal


1995
Dramaturgia: Arnoldo Ramos ― Reflejos de sombra
Ensayo: Alex Solís Fallas ― El control parlamentario
Poesía: Alfonso Chase ― Jardines de asfalto
Jorge Charpentier ― No preguntes la noche (compartido)
Libro no ubicable: DESIERTO
Cuento: DESIERTO
Novela: Fernando Contreras Castro ― Los Peor

viernes, abril 24, 2009

EL LIBRO DE LILIT Y DE LOS PERROS ASIRIOS


LETANÍA A LILIT

Lilit señora de la noche
Amante de Caín y esposa de Adán
Madre infecta de todos los lilim

Primera entre las vampiresas
Madre nutricia y
Diosa en el viento
Alas dulces de murciélago

Oh, bella Lilit,
Paria ejemplar y sucia
Sirvienta de la Diosa Madre y
Enemiga de los hombres
Demonio infanticida
Némesis de las nupcias
Amante dilecta de los hombres y
Bebedora
de todo el semen de la tierra

Verdugo de los primogénitos
Lamia nocturna
Diosa Hécate y Diosa Luna
Dueña de todos los bosques negros

Señora del Mar Rojo y
Señora de toda la sangre
Meretriz de los perros asirios

Madre de los saturnales
Madre de los vientos huracanados
Negrísima sombra del día

Oh, Lilit, mujer fatal y ánima fracta
Dueña de sueños y pesadillas
Cáliz de toda la sangre
Colmillo iracundo de los lobos hambrientos

Gran señora de las torturas
Reina de mi noche
Droga del tiempo y asfixia del día
Madre tan imprudente
Madre tan afectuosa
Madre homicida

Flor de los crepúsculos y
Ninfa del bosque
Nanna iracunda y poderosa
Tiamat de las aguas furibundas y
Monstruo de los mares perdidos

Tú, Lilit,
Ishtar en los altares de lirio
Señora de todas las cosas
Enemiga de Eva la esclava
Enemiga del fétido rex mundi
Enemiga del Padre Judío Solopoderoso

Gran duquesa de las asesinas
Dueña de las estrellas
Principio de Venus
Fuerza de Marte y
La noche en Urano
Princesa de la Luna Negra
Señora y reina de los vampiros

Madre impúdica
Madre pudorosa
Madre de la muerte
Madre de los hombres
Madre de las hembras
Madre de todas las madres

Madre insignia pavorosa
Reina de todo lo que fluye, se mueve, respira,
Reina de las sombras y gran dama de la Luz
Lilit impertérrita,
Crista mía,
¡Bendíceme, señora,
con la sangre de tus pechos
Y bautízame,
Oh, Lilit,
con la dulce ambrosía de tu pus!

Tomado del grimorio EL LIBRO DE LILIT Y DE LOS PERROS ASIRIOS, Barcelona, 1937. Autor no consignado.

jueves, abril 16, 2009

EL MITO DE UN MITO DIZQUE HOMOSEXUAL

En 1971 un genio del cine se juntó con otros dos genios, uno músico y el otro escritor. El resultado de este “menage a trois” artístico fue una película considerada hoy un clásico. Nos referimos a “La muerte en Venecia”, del italiano Luchino Visconti, y cuyos compañeros de viaje en la empresa fueron ni más ni menos que el músico Gustav Mahler y el novelista Thomas Mann.
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Un encuentro de titanes tenía que conmover, y así fue según la prensa de la época. La película no solo fue taquillera sino que además resultaba ser una de las mejores obras de arte del cine europeo, todo en una época en que estaban haciendo su mejor trabajo Pasolini, Russell, Fellini, Truffaut, Bergman, Polanski, Wertmüller, etc., etc.

Y un encuentro así deja secuelas. (Nos referimos a las verdaderas secuelas en español, no al anglicismo de las continuaciones fílmicas).

El reparto de la cinta también fue de lujo: Dirk Bogarde en el papel estelar y la furiosamente célebre Silvana Mangano como la noble polaca. Pero quien realmente se lució en esa cinta a pesar de ser apenas su segunda ocasión en la pantalla grande fue el adolescente sueco Björn Andrésen, en el papel del inalcanzable Tadzio (también Tadzu, Taju o Tadrio, que el nombre da para más de un hipocorístico).


Björn Andrésen como Tadzu

Hablar de la novela de Mann, del personaje principal cincelado a imagen y semejanza de Gustav Mahler y de la 5ª sinfonía de este compositor, que también acompaña al filme, sería imposible en lo que la naturaleza de este espacio nos permite. Por tanto, nos concentramos en Tadzu y su historia. El chiquillo representa en la cinta la imagen de la belleza pura e inocente  (¿?) y el compositor Gustav Aschenbach (el trasunto de Mahler) se enamora del chico de forma obsesiva. Esto da pie en la novela y en la película para meditaciones de tipo moral, espiritual, estético y vital. Bástenos agregar que Tadzu (o más bien Björn) se convierte de la noche a la mañana en un ídolo que incendia los deseo de chicas heterosexuales y hombres homosexuales de toda edad. Björn pasa a ser el modelo de belleza masculina adolescente (el efebo) por excelencia. La crítica, heterosexual o no, se deshace en elogios para el chico y su actuación al punto de que Lawrence J. Quirk, uno de los más connotados historiadores del cine, afirmó en 1974 que varias de las tomas del muchacho hechas por Visconti bien podrían colgarse en el Louvre o en el Vaticano.

Visconti trató de aclimatar al chico al mundo gay italiano de su época para que comprendiera un poco mejor las angustias y obsesiones de Ashenbach, pero parece que eso no le gustó mucho al adolescente. Años después se quejaba de que Visconti lo “exhibió” en un bar gay donde todos los viejos miraban al jovencito como un trozo de carne fresca.

Y como el chisme es la esclava dilecta del arte, pronto se dufundió el rumor de que Andrésen era gay. El chico lo negó a pesar de que la prensa rosa afirmaría unos años después que el sueco estaba en amores con el actor yanqui Sal Mineo. Y cuando Mineo fue brutalmente asesinado en su apartamento de Los Ángeles, algunos dijeron que Björn había estado con él. La policía, sin emabrgo, no llamó al actor sueco a declarar.

Después de acabada la filmación de “La muerte en Venecia” Björn Andrésen obtuvo una serie de contratos en el Japón para aparecer en comerciales televisivos. La historia del arte pictórico japonés señala que “Tadzu” fue quien inspiró a los dibujantes de manga a crear su ya clásico modelo de efebo.

Björn Andrésen en un afiche comercial de su juventud
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Después de sus triunfos en Oriente el actor volvió a Suecia y nunca repitió la hazaña de popularidad lograda con la película de Visconti. Se limitó a aceptar unos papeles cinematográficos locales y también hizo un poco de música. Su rostro, ya demacrado, comenzó a desaparecer del imaginario artístico hasta que una nueva polémica en el 2003 lo trajo de nuevo ante las luces.
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Björn Andrésen en la portada de "The Beautiful Boy"
 
La fotógrafa australiana Gernaine Greer creó un libro titulado “The Beautiful Boy”, una suerte de homenaje fotográfico a la belleza masculina adolescente. Para su portada escogió esta foto de Andrésen, y aunque todo se hizo a derecho (ella pidió permiso al fotógrafo que poseía los derechos sobre la imagen) Andrésen se quejó de que no había sido consultado al respecto, cosa no requerida legalmente pero según el ex-hermoso si de costumbre consuetudinaria entre los fotógrafos y sus modelos.

En general Andrésen se queja de que su belleza fue explotada sin tomar en cuenta ni su talento ni sus sentimientos al respecto. Y que se ha tejido en torno a él una imagen de gay como venganza por oponerse abiertamente a las relaciones entre un adolescente y uno adulto.

No sabemos si algo de esto es cierto, pero sí queda claro que la belleza física de Björn Andrésen durante su adolescencia hirió a más de uno como fuego de los dioses. De hecho, en algunos sitios de internet la imagen de Björn aparece bajo el nombre de “Ganimedes”.


Andrésen hace algú tiempo, ya entrado en los 52 años.

Incluimos aquí un una serie de escenas de la película con la banda sonora respectiva. La música en todas estas escenas es el "Adagietto" de la 5a sinfonía de Gustav Mahler. Esta música hace de leitmotiv a la obsesión del personaje mayor por el muchacho.

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En restrospectiva, podemos decir que Björn Andrésen ha sido un poco a la cultura pederástica (no confundir con pedofílica) lo que Marylin Monroe fue a la cultura hetero "mainstream". Ambos personajes fueron actores que sedujeron mucho más a sus públicos con su notable belleza que con sus dotes histriónicos. Y ambos, también se quejaron de ser utilizados como objetos sexuales. Bueno, pues Marylin se mató y Andrésen se "corrugó", pero ambos, igualmente, viven en el corazón de sus admiradores.

jueves, abril 09, 2009

DEFECTOS ESCOGIDOS

Estos tres poemas corresponden a uno de los más grandes poetas del siglo XX, quien es a la vez uno de los más incomprendidos. Víctima tanto de sus propias afirmaciones como de la miopía de la crítica, el poeta ha pasado a la historia como un producto desechable de finales de la Guerra Fría. Sin embargo, su genio nos dejó ocho libros póstumos donde se atisba un autor para muchos desconocido, un genio capaz de cambiar y madurar más allá de sus propias palabras. Y es aquí cuando recordamos a Borges en su admonición de no creerles a los autores cuando hablan de su propia obra.


Triste canción para aburrir a cualquiera

Toda la noche me pasé la vida
sacando cuentas,
pero no de vacas,
pero no de libras,
pero no de francos,
pero no de dólares,
no, nada de eso.

Toda la vida me pasé la noche
sacando cuentas,
pero no de coches,
pero no de gatos,
pero no de amores,
no.

Toda la vida me pasé la luz
sacando cuentas,
pero no de libros,
pero no de perros,
pero no de cifras,
no.

Toda la luna me pasé la noche
sacando cuentas,
pero no de besos,
pero no de novias,
pero no de camas,
no.

Toda la noche me pasé las olas
sacando cuentas,
pero no de botellas,
pero no de dientes,
pero no de copas,
no.

Toda la guerra me pasé la paz
sacando cuentas,
pero no de muertos,
pero no de flores,
no.

Toda la lluvia me pasé la tierra
haciendo cuentas,
pero no de caminos,
pero no de canciones,
no.

Toda la tierra me pasé la sombra
sacando cuentas,
pero no de cabellos,
no de arrugas,
no de cosas perdidas,
no.

Toda la muerte me pasé la vida
sacando cuentas:
pero de qué se trata
no me acuerdo,
no.

Toda la vida me pasé la muerte
sacando cuentas
y si salí perdiendo
o si salí ganando
yo no lo sé, la tierra
no lo sabe.

Etcétera.


Orégano

Cuando aprendí con lentitud
a hablar
creo que ya aprendí la incoherencia:
no me entendía nadie, ni yo mismo,
y odié aquellas palabras
que me volvían siempre
al mismo pozo,
al pozo de mi ser aún oscuro,
aún traspasado de mi nacimiento,
hasta que me encontré sobre un andén
o en un campo recién estrenado
una palabra: orégano,
palabra que me desenredó
como sacándome de un laberinto.

No quise aprender más palabra alguna.

Quemé los diccionarios,
me encerré en esas silabas cantoras,
retrospectivas, mágicas, silvestres,
y a todo grito por la orilla
de los ríos,
entre las afiladas espadañas
o en el cemento de la ciudadela,
en minas, oficinas y velorios,
yo masticaba mi palabra orégano
y era como si fuera una paloma
la que soltaba entre los ignorantes.

Qué olor a corazón temible,
qué olor a violetario verdadero,
y qué forma de párpado
para dormir cerrando los ojos:
la noche tiene orégano
y otras veces haciéndose revolver
me acompañó a pasear entre las fieras:
esa palabra defendió mis versos.

Un tarascón, unos colmillos (iban
sin duda a destrozarme
los jabalíes y los cocodrilos):
entonces
saqué de mi bolsillo
mi estimable palabra:
orégano, grité con alegría,
blandiéndola en mi mano temblorosa.

Oh milagro, las fieras asustadas
me pidieron perdón y me pidieron
humildemente orégano.

Oh lepidóptero entre las palabras,
oh palabra helicóptero,
purísima y preñada
como una aparición sacerdotal
y cargada de aroma,
territorial como un leopardo negro,
fosforescente orégano
que me sirvió para no hablar con nadie,
y para aclarar mi destino
renunciando al alarde del discurso
con un secreto idioma, el del orégano.


El gran orinador

El gran orinador era amarillo
y el chorro que cayó
era una lluvia color de bronce
sobre las cúpulas de las iglesias,
sobre los techos de los automóviles,
sobre las fábricas y los cementerios,
sobre la multitud y sus jardines.

Quién era, dónde estaba?

Era una densidad, líquido espeso
lo que caía
como desde un caballo
y asustados transeúntes
sin paraguas
buscaban hacia el cielo,
mientras las avenidas se anegaban
y por debajo de las puertas
entraban los orines incansables
que iban llenando acequias, corrompiendo
pisos de mármol, alfombras,
escaleras.

Nada se divisaba. Dónde
estaba el peligro?

Qué iba a pasar en el mundo?

El gran orinador desde su altura
callaba y orinaba.

Qué quiere decir esto?

Soy un simple poeta,
no tengo empeño en descifrar enigmas,
ni en proponer paraguas especiales.

Hasta luego! Saludo y me retiro
a un país donde no me hagan preguntas.

Poemas de Pablo Neruda, tomados del libro Defectos escogidos, Editorial Lumen, Barcelona, 1977.