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lunes, enero 19, 2009

Homenaje a "LA TEMPESTAD" de Shakespeare


EL VALLE DE LAS ABEJAS

(Capítulo XLVIII de El más violento paraíso)

Y como el falso entretejido de esta visión,
las torres coronadas de nubes, los espléndidos palacios,
los templos solemnes, el gran globo mismo,
y todo lo que él herede, se disolverá,
y, al igual que esta insustancial fiesta se ha desvanecido,
no dejará un solo rastro. Somos la sustancia
de la que están hechos los sueños; y nuestra pequeña vida
se circunscribe con un sueño...


-Shakespeare, «LA TEMPESTAD»-

(Ariel a Calibán.)
...no desees nada para no manchar
la perfección que hay en estos ojos
cuya entera devoción
yace a la merced de tus deseos;
no tientes a tu camarada convencido, ---pues solo
siendo como soy, te puedo
amar como tú eres ---...



-W.H. Auden-

(Uno de los espíritus del aire.)

Blancas suben de noche al templo las abejas como en busca del hedor de Ariel. El hedor de su carne negra, cuando bañado en excremento de oveja, se aparece a los asustados comensales en forma de arpía furiosa. Las alas de gigantes plumas negras y de la boca brotando, en forma de triste saliva, gelatinosas sanguijuelas que increpan a los antonios y alonsos de la mesa. Ariel desnudo embarrado en el estiércol de cabras y ovejas de lana y leche azul, como corresponde al pastorcillo y al rebaño de un noble mago. Como corresponde a la sustancia que crea la magia de los duendes, los fénix, los calibanes que en noches de luna corren salvajes tras su ama por entre las nubes y riachuelos del olvido.

Blancas suben entonces al templo las abejas en busca de la cara de Ariel. Aquel angelito de dientes oscuros como la misma tempestad que en pretender los ha venido creando, pues si una tempestad es una enorme montaña de viento, y Ariel, el pequeño anciano de catorce años, no es sino una criatura del aire, "an airy spirit", como decía de él su padre insular, entonces a la noche debe el niño-arpía su vuelo, su magia, su dulzura y la inmentible caricia que posaba sobre él el mago solitario. Pero también es la amorfa alegría de ser una diosa, una ninfa y este pájaro indeciso entre el hueco corazón de pesadilla, y los ecos de la misma, esparcidos por los acuosos salones del palacio sin fin.

Son estas pues las abejas de la soledad. Las que buscan el cuarto invisible donde el fantasma de niño tiene cubierta la espalda con el manto mágico de Próspero. Las abejas entonces revolotean con locura en espera del viento, de aquello que romperá el sortilegio, la barrera, y la piel sucia, toda embarrada de estiércol de carnero sagrado, se verá por entre las ilusiones y su blancura correrá detrás de los asutados comensales lanzándoles trozos de pescado ---aquél atrapado por el sombrío Calibán en los diques del bosque--- y frutas, tanto las rojas y jugosas, las que se despedazan sobre sus cuerpos dejando sombras de araña, como las verdes, las que rebotan y enmielan el camino cuando la tempestad de la arpía es solo el sueño de Dionisos engendrando en Sycorax a sus dos hijos gemelos: el feo que es hermoso por feo, y el hermoso que es feo comparado con su hermano, pues más que dos caras del mismo escudo, son las dos nalgas del humus que cae en esta isla del miedo, en este sagrado lugar donde la venganza es un lapicero azul en forma de pluma, un muchachito de oscura relación pederástica que va travestido de ninfa, un libro de cosas comunes que desafía el entendimiento, y un monstruo-pez capaz de respetar y amar con la lógica de un monstruo-pez, más allá de lo que otros pueden esperar de él, o quizá una niña de quince años, pelirroja y enamoradiza, que no se asusta ante centenares de espíritus en su casa disfrazados de humanos desnudos, pero tan pronto ve a un muchacho real, cae sobre ella la bomba de Hiroshima como lluvia de abejas blancas subiendo al templo de Ariel cubierto de excremento.

Y llega pues el tiempo de las preguntas dislocadas, el momento en que el mago ha de ser también el dramaturgo genial disculpándose ante el público asesino; pero sucede que la magia falla más allá de los deseos de los isabelinos, o bien, el calvo barbudo se burla de todos, y Próspero no es un actor sino Próspero, el pobre demiurgo sin poderes de ningún tipo, el duque destronado, el pederasta sin hija, el padre de Calibán que solo ama a una de sus nalgas y reclama para Setebos la paternidad de aquello que, a pesar de todo, y en un momento quizá de angustia, confiesa como suyo. Sale pues y le pide al público lo que el público no le puede dar, porque ya soltó a Ariel de sus amarras y el niño-viento ahora sí reconoce en Calibán a aquél que ha de llenar su vida.

Pero todo esto es, señores míos, el sueño del futuro. Por ahora el espíritu del aire sigue en la isla-prostíbulo aparejada para él, y aún duerme rodeado de las abejas de la añoranza que se disputan, unas más fieras que otras, el estiércol de su piel. Mañana se levantará de nuevo el telón, y Calibán volverá a recibir pellizcos de duendes y puercoespines y tendrá otra vez la oportunidad de luchar por lo que es suyo. Miranda conocerá al gallardo mundo nuevo que ella misma habrá construido al margen de todo lo que es real. Porque las mujeres de su edad no necesitan de túnicas y báculos para crear estas sustancias de sueño, estos campos remotos que bajan por el espinazo en noches de calor cuando Arielito, de nuevo despertado por las abejas, bajará al estanque de las ranas y los lirios a tomar agua. Calibán estará entonces en su caverna cercana planeando la nueva insurrección, pero al ver al niño excrementoso, se llenará una vez más de apetitos coprófagos y atacará, muy de acuerdo con el otro, la piel sucia que pide a gritos una lengua.

Miranda no saldrá esa noche de su cuarto pero sabrá lo que pasa por el sueño inquieto de su padre, siempre temeroso de las tempestades.

Pues ya no hacen falta los enemigos de Nápoles o Milán. Ya no hace falta un horrendo espectáculo de náufragos, y todos sabrán que el verdadero sueño es tanto la salvación como la eterna piedra de Sísifo.

Ariel no quiere dormir más,... y su sueño, ya tampoco termina.
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Tomado de El más violento paraíso, San José, Ediciones Perro Azul, 2001.
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Ilustración: Ariel and Caliban por Zirofax.
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Agregamos además un fragmento de la película Los libros de Próspero, de Peter Greenaway. El fragmento corresponde a la escena en que Próspero revisa y comenta varios de sus libros. Esta es una (sino la mejor) adaptación cinematográfica de La tempestad de Shakespeare.

sábado, enero 10, 2009

CANCIONES A LA MUERTE DE LOS NIÑOS (dos fragmentos)


Foto de Will McBride
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Fragmento del capítulo I
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... un cielo azul en una tarde de vientos calmos viniendo del noreste. Una pluma de ave que cae desidiosa sobre el lente de la cámara mientras el agua fluye río abajo llevando consigo hermosas hojas de arce y roble por entre piedras cubiertas de musgo y helechos. El agua es una cosa calma y delicada que apenas hace un leve murmullo sobre las piedras de este bosque también azul. Ella cree que no puede existir algo que imite tan suavemente las teclas de un piano que sigue con la melodía de Chung Kuo, aquel Reino en el Centro del Universo, ese mismo Chung Kuo de Vángelis Papatanasios, el músico que piensa la música sin escribirla, solo sintiéndola sobre las teclas del sintetizador y demás instrumentos de magia que, como la alquimia o el olfato de los lobos en la nieve, es perfecta e ineluctable como las mismas hojas de arce en el agua. Algunas de ellas son sepia y otras rojo encendido en forma de linternas bajando por el pequeño arroyo en la montaña donde Lucy ahora tiene su reino y su microscópico domicilio. El mundo que la hace feliz cuando no hay otro mundo posible, aquél por donde camina abrazada con Cachi dejando que los pies se hundan en las aguas estancadas o en las boñigas llenas de hongos al filo de las cuatro de la tarde. Ese mundo que no solo recorre en sueños sino en ave, en trineo de siete renos o en burbuja de cristal, según sea el caso, para lograr maximizar la experiencia de tenerlo al lado, de sentir el sudor parecido a camisa de felpa mojada, a tabaco de cereza o marihuana, todo da igual cuando los minutos y los días son con él en los prados del bosque; un mundo que se apaga a las seis de la tarde para encenderse solamente en la chimenea o en los genitales, el mundo que vive de pequeños besos en la nuca y en los senos, sobre el borde de los vasos de vino o en la cama que siempre huele a naftalina o a él cuando está escribiendo, a sus sueños o lágrimas, no importa cuál sea el poema que esté trabajando, ella lo aguarda extendida sobre la alfombra de la sala, tomándose el vino que después le pasará por medio de los besos y los largos intercambios de alientos compungidos por la pasión de sentirse tan juntos y a la vez tan separados por pieles distintas, huesos que los separan no permitiéndoles entrar por completo el uno en el otro o abrirse para tragar de un solo sorbo violento toda la esencia que es el otro. Ella piensa a Cachi sobre la alfombra con su pipa de nogal pensando en la rima exacta para captar, si acaso se pudiera en palabras, el perfume del Chung Kuo, el aroma de una pieza hecha de musgo y estrellas, de poemas ancestrales sobre ríos y lunas ancestrales, los labios de Li Tai Po, ebrio hasta la locura de su China amada y vivida entre los bosques de eucalipto y las pagodas humeantes de incienso de rosa y color añil. Un mundo que a ella no le es extraño como tampoco lo fue vivir en la antigua Yedo en tiempos de los emperadores míticos, o los shogunes de la Señora Murasaki, copulando con ella en las noches de luna de Li Po cuando el anciano poeta se revolcaba en el agua siempre igual: lleno pero insistiendo en tragar más luz de luna de lo que su cuerpo le podía aguantar. Así los tres, como en el poema, se van borrachos por la espesura buscando cada vez más y más hasta que tal vez la luna misma es la primera en entender que no puede seguir buscando, que no puede ir en carrera por la noche tras su propia sombra... Hay quizá cansancio, un poco de desaliento, y todos se quedan dormidos a orillas del río, como en el poema, porque siempre es como en el poema. Lucy sabe que un sueño vale mil lunas y se disuelve lujuriosa en la nada, completamente segura de volver siempre al bordede algún sueño... ... ...

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Fragmento del cápítulo III
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Lucy está perpleja de ver el video seguir adelante con miles de imágenes sin interrupción. Es una especie de saturación impostergable, una tras otra, sin tregua. La vista y el oído se llenan de cosas que nunca terminan de irse y están siempre pasando casi todas a la vez. El diputado Abuelo Mañas diserta sobre la honradez en la función pública con unas tomas del secuestro de la Embajada de Nicaragua, y luego una doble exposición de esta con el gigantesco rollo del discurso de cuatro horas de León El Lobo afirmando ser inocente de violencia doméstica, fumar en lugares prohibidos y narcotráfico; otra doble exposición del discurso de Mañas y la huelga de hambre de Paraíso Paniagua, el Comandante Doble Equis, [con cara de patriarca fulminado] “porque no lo dejan ser presidente”; las ex-primeras damas Gubia Llorandolaví y Marchita Ven Banano hablando afablemente mientras [en doble exposición] aparece la otra ex-primera dama Dalilah Falón y los Refugios SUPONGA y un adolescente prostituto besando a un cliente en un carro, la cara del cliente está “borrada” pero la del prostituto sale con facilidad a primer plano y es Anthony, el que está junto a Lucy, y el pintilla se empieza a reír entre nervioso y orgulloso de salir en el video, pero Lucy sigue viendo y de nuevo las pirañas, luego la operación del cristalino de un ojo con tomas hiperreales que ponen frente al público el iris palpitante del paciente y Lucy baja la mirada hasta que aparece la Oda a la Alegría y los chiquitos rubios de Canal Teletusa cantan “ven tú hermano a cantar aunque no seas rubio”, etc., etc., hasta que los rollizos infantes se disuelven en los carnavales de Limón y una deliciosa negrita de unos 18 años mueve las ingentes tetas como endiablada mientras la gente suda y dice wuapin, man, y siguen bailando y unas chiquillas de la Meseta, [perdón: Depresión Tectónica Central (aclaración ¡INSISTENTE! hecha por algunas maestras de Moravia y San Gerardo de Dota)], ... entonces, unas chiquillas de La Depresión Tectónica Central se quitan el brassier y muestran los rosados [y rozados] pezones [y pesones] a la luz del Caribe de Limón, un grupo de chavalos, también de la DTC, se ponen como locos al ver aquella maravilla totalmente ensalivable y empiezan a dar aullidos de indio apache en pie de guerra hasta que cae la paca y los majes son garroteados por la poli mientras las chiquillas son toqueteadas y abusadas y ensalivadas y finalmente echadas en la perrera, pero no la misma en que han echado a los majecillos todos atarantados, y llevadas a la comisaría donde una nueva y nutrida ronda de salivazos y chupetazos si acaso las salvará de un encarcelamineto real pero tendrán que aguantarse los toqueteos y maseadas del comandante con olor a muela podrida y “rice and bean”, con sudor a ajo antivampírico mezclado con guerra bacteriológica axilar en los estadios más cruentos de las hostilidades, hasta que los tatas enojados lleguen provenientes de La Depresión Tectónica Central y fueteen a las carajillas a vistas y paciencia de los ensalivadores, perdón, de los policías, y los majecillos, que ya fueron moqueteados por la ley, vuelven a ser moqueteados por los tatas provenientes de la DTC ya susodicha y se enojan y se disculpan con los tombos y Lucy siente una mano en la pierna que no esperaba pero se queda callada porque, como siempre, la mata el deseo, pero sobre todo la curiosidad de saber qué hace que un playo sea playo y por qué un playo en especial no la puede coger como ella quiere y se queda quieta mientras Anthony sigue subiendo la mano por la pierna y ella en el acto se enamora de la cara de ángel del chiquillo pero cuidado porque el majecillo debe tener un sidazo que no es jugando porque, idiay, el mae putea y aunque está bonito y se parece a Cachi con unos cuatro años menos mejor no porque qué torta y Lucy se siente tan confusa que mejor vuelve la cara al video y aparece Patty-la-Belle cantando una de sus famosas canciones de cuando era más joven, o mejor dicho, de cuando era joven, y aparece un grupo de maes, todos guapos y veintones acostados en una mesa gigante donde les cae todo tipo de mugre y líquidos raros, una toma de una baranda que está sobre ellos muestra una serie de culos, pichas y coños meando, cagando, y masturbándose encima de los maes mientras ellos se deleitan en el baño de oro, el tratamiento de belleza con “barro” y la crema blanca llena de proteínas para el cutis; hay una toma de cerca y se ve a Patty cagando mientras un muchacho rubiecillo [¿Cachi?] la está masturbando. Lucy sale de Disneylandia ®, © y TM y se levanta para ver mejor. Anthony no se molesta y le sigue tocando el pecho que hace rato le venía tocando a la vez que metía la otra mano en el pubis. Pero Anthony —o Toni ya a estas alturas— no se conforma con la pasividad de Lucy y le toma la mano derecha hasta llevársela a su erección; Lucy se asusta, no por la erección, sino por lo débil de la misma, siente que va a tener otro rollo tipo soy-playo-y-necesito-mucho-brete-para-ponerme-bueno-con-una-cabra y se ahueva mientras el video, muy al estilo de Patty, hace un close-up de todos los tarros y Lucy confirma que Cachi participó en esta filmación de la Andy-Warhol-Pedro-Almodóvar-(antes-de-Carne-Trémula)-Alejandro-Jodorowsky de Costa Rica [definición de Giorgio Pajarotti], y no sabe si llorar o disfrutar de la desnudez de su amigo mientras este otro playo la quiere llevar a un orgasmo a punta de dedo [el majecillo no es nada “inexperto” con las manos], y Lucy se caga en los prejuicios y se baja el pantalón para abrir las piernas y que Anthony, perdón, Toni, le entre hasta los codos; piensa en Cachi y el día en que Sergio la invitó a ver cómo se cogía a Cachi primero con la picha, luego el puño y finalmente el antebrazo, y cómo Cachi, por no dilatar bien, había perdido tanates de sangre y ella se había vomitado y Sergio trayendo y trayendo primero papel higiénico pero luego toallas de papel de la cocina porque Cachi, pálido y sudoroso, no dejaba de sangrar y Lucy se había vuelto a vomitar, [se fueron casi dos rollos de toallas de papel], y luego ella la agarró contra Sergio porque era un sádico, y Cachi solo lo había hecho por complacerlo pero tenía mucho miedo y después le había entrado un fiebrón y Lucy quiso pegarle a Sergio pero él más bien la echó de la casa y ella (que todavía no tenía mini-chante) tuvo que dormir donde Patty y eso, de fijo, nunca se lo perdonaría a Sergio; lo quería mucho, tanates, pero había cosas que nunca le iba a perdonar; Toni se masturbaba mientras seguía con los dedos en la vagina de Lucy y ella se decidió y le agarró el palo al chiquillo para que se viniera más rápido. Cuando todo terminó, Lucy no pudo evitar volver a ver a la pantalla, ahora llena de la “apoteósica” bienvenida a la selección después del Mundial, mientras oía al locutor, Pillo Blando, decir 50 mil yeguadas a un ritmo de +/- tres yeguadas por segundo; se llevó entonces el semen que tenía en la mano a la boca y empezó como los murciélagos vampiro a lamer plácidamente... ...
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Tomado de Canciones a la muerte de los niños, ECR, 2008.