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sábado, mayo 02, 2009

RÉQUIEM PARA UN JOVEN POETA


Sergio y yo salimos al lobby deprimidos y en busca de un cigarro. Yo todavía no entiendo como estos latinos, tan propensos a ser víctimas de sus propias emociones, se dejan convencer de asisitir a un acto tan particularmente emocional. Ha llorado (discretamente, claro) durante la mayor parte de la presentación. Y ahora se encuentra frente a mí callado, con ojos enrojecidos y fumando mientras busca las palabras que tal vez no quiere decir.

Yo ya se lo había avisado y una vez hasta habíamos escuchado el disco en casa y él había reaccionado algo negativamente a la música de B. A. Zimmermann; pero luego, tan cabeza dura como siempre: “que no y que no te preocupés que yo sé a lo que voy, que no es problema”, etc., etc., y terminó por seducirme con su encanto de adolescente zalamero y, pues bien, terminé trayéndolo.

Debo decir a su favor que la mayor parte de la gente que nos acompaña en el lobby se encuentra un poco igual que nosotros: ojos enrojecidos y casi nada de conversación, quizá comentarios de tono bajo, oscuros, casi lamentos cifrados. Yo mismo no he podido aguantar las ganas de estallar hacia el final de toda la gran monstruosidad: Una orquesta sinfónica, un órgano, dos actores-declamadores, dos cantantes solistas (un barítono y una soprano), tres coros completos, un conjunto de jazz y una cantidad impresionante de equipo electrónico para alimentar y dirigir cuatro grandes parlantes en el escenario, proscenio y foso del teatro. Los dos actores estaban distribuidos en la tercera y quinta filas en tanto que los tres coros se apiñaban en el fondo del escenario y en varios de los balcones. Resultado: Sergio y yo, sentados en la segunda fila, y me imagino que también el resto del teatro, recibimos una extraordinaria descarga y distribución de sonido apocalíptico. De los parlantes nos llegaban poemas de Mao Tse-Tung en alemán, arengas de Hitler, Dubček, Churchill, Juan XXIII y otros políticos y monstruos del siglo XX. También los actores (declamando) y los solistas (cantando) nos bañaban de vez en vez con partes del monólogo de Molly Bloom de Joyce, los Cantos de Pound, apologías a muertos ilustres y un extenso homenaje al suicidio en las voces de tres jóvenes poetas suicidas: Konrad Bayer, Vladimir Mayakovski y Serguei Yesenin. Todo esto se condimentaba con meditaciones filosóficas diversas, trozos de la liturgia católica (a cargo de los coros) y las citas, bastante frecuentes, de otros músicos como Beethoven, Wagner, el gran jazz negro y hasta Hey Jude de los Beatles. Lo que es escritura musical del autor, propiamente dicha, es relativamente poca para una obra de más de una hora de duración, y sirve más bien para armar y cohesionar el gigantesco collage y dirigir su pathos y ejecución; pero a nadie le importa: Zimmermann ha logrado en su réquiem una obra personalísima que resume el Zeitgeist aterrador del siglo XX.

Por momentos pensé que había sido un error traer a un chiquillo a una presentación como esta, no importa que se llamase Réquiem para un joven poeta, o quizás debido a eso es que me sentía incómodo. Era como invitar a un jovencito a su propio funeral. Por eso respiré más tranquilo cuando nos dieron el programa de mano y descubrí que toda la obra, su programa, esquema y ejecución venía claramente detallada y con todos los textos acompañados de traducción al inglés. De no ser así, la obra sería insufriblemente compleja y germánica para los que no hablamos ese idioma. Sergio me dijo después que ese era un problema particularmente “gringo” (sic), es decir, que no éramos tolerantes a nada que no fuera originalmente en inglés o siquiera traducido a nuestra lengua. Tal vez tenga razón. Lo cierto es que él, contrario a muchos jóvenes latinos en América, no se avergüenza, más bien está muy orgulloso de ser bilingüe y ya piensa en aprender un tercer idioma. Y eso es lo que lo animó un poco, al menos al principio: el hecho de correr la vista de un lado para otro y estar traduciendo al inglés lo que se decía o cantaba en alemán, ruso, griego, checo y otros varios idiomas.

Como fuera, mi amiguito se sumergió en la obra con la seriedad de un profesional hasta salir de ella raspado y con moretones. Aquí lo tengo frente a mí, fumando con los ojos enrojecidos y tratando de cifrar en palabras lo que el plato fuerte, la carta de despedida de un hombre que se iba a matar un año después, le está obsequiando a él como miembro de un Brave New World.

Y claro, yo tampoco he salido inerme de este encuentro. Tengo cicatrices recién abiertas a punta de gritos de masas. Esos coros intercalados con las grabaciones de “manifestaciones y protestas de diversas partes del mundo”, me han dejado sin armas para defenderme. Hoy no tengo brazos para abrazar a Sergio a pesar de que sé que él lo necesita tanto como yo. Sé que por orden mía nunca hacemos algo así en público, pero hoy, definitivamente, sería la excepción. Sería un momento de celebrar nuestra diferencia siendo indiferentes ante los demás... pero él no sale de su mutismo y no sé si mi intento de complacerlo, de despertar aún más su sensibilidad, está terminando, más bien por insensiblilizarlo.

La gente sigue saliendo al lobby. Máscaras de alegría en unos pocos, depresión sincera en los más. Agarro mi abrigo de invierno en señal de que ya es hora de irnos, pero Sergio, en un gesto algo inesperado, me toma suavemente de la mano.

—No, Roy. Todavía no.

Miro intensamente al chico pero me quita la vista y vuelve la cara hacia los gigantescos vitrales que adornan el lobby del Met. Yo trato de sacarlo de ese mutismo poniéndole una mano en el hombro pero él sigue sin inmutarse. No hay nada que hacer, pienso; mejor dejar que las aguas turbias sigan su curso y decido entonces que lo mejor ahora es meter la mano en el bolsillo para sacar otro cigarro; un segundo tabaco que no sé si quiero pero que me resulta preferible a tener que quedarme como un alelado viéndole la espalda a Sergio.

De repente, como si todo aquello saliera de la nada, como si viniéramos de ver una película de Dick Van Dyke cortejando a Doris Day, el muchacho se vuelve hacia mí y dice:

—Me gustaría hacer el amor.

Lo miro estupefacto.

—¿Ahora?

—¡Por supuesto, tonto! —me responde con una sonrisa tensa ―forzada:— ¡Ahora mismo!

Entonces me toma juguetonamente de la mano y nos escurrimos rápido por entre los rostros munchianos que poblaban el lobby. Yo estoy tan anonadado que simplemente me dejo llevar... ...

No habíamos terminado de entrar en la habitación de nuestro hotel cuando Sergio comenzó a quitarse las tenis mientras, a la vez, intentaba desvestirme con la urgencia de un loco.

—¿A qué viene toda esta prisa? —pregunté finalmente jadeando—. Tú tan motivado como si tuviéramos un mes de no vernos.

El muchacho me respondió dándome el mejor sexo que habíamos tenido en casi tres años de conocernos. Esa noche él inventó cosas de las que yo ni siquiera había oído hablar, que ni siquiera sabía que un hombre y un muchacho podían hacer juntos; hasta que finalmente, dos horas después, y ya muy exhaustos, Sergio se acurrucó junto a mí cuerpo para dormirse fingiendo que veía un poco de televisión.

No fue hasta ese momento en que pude reunir un poco mis ideas y pensar en lo extraño de todo el episodio. Más si uno tiene en mente que después de esa noche, mi amante de bolsillo, mi latinito de un país anónimo llamado Costa Rica, nunca más volvió a referirse a la música de Zimmermann. Cierto que la ponía y que hacíamos el amor al ritmo de sus arengas, de sus elegías y sus gritos de muerte... pero Sergio tan solo la usaba para hacer el amor. Nunca más volvió a hablar del Réquiem o del extravagante alemán que lo compuso.

Tomado de Canciones a la muerte de los niños, San José, ECR, 2008.
NOTAS:

Si su computadora acepta extensiones .rar puede descargar la obra completa en:

http://www.mediafire.com/file/nz0m0yxyfg5/Zimmermann,%20Requiem%20for%20a%20young%20poet.rar

Si desea leer una reseña de la obra (en inglés) y escuchar unos sosos mini fragmentos que no dan buena idea de lo grandioso de la obra:

http://blog.allmusic.com/2008/12/19/recalled-to-life-bernd-zimmermanns-requiem-for-a-young-poet/

Si desea leer la reseña (en inglés) de la primera representación en 1999 en los EE.UU.:

http://nymag.com/nymetro/arts/music/classical/reviews/266/

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Este fragmento de la novela es muy bello, porque está cargado de una gran nostalgia. Me hace pensar en esos momentos en que uno ha creído encontrar a alguien que entiende el arte del modo en que uno lo hace, para darse cuenta después de que no es así.

Por lo demás, desde que lo leí quedé como loco, y con ganas de oír esta obra musical. Gracias por compartirla. Ya la bajé y en estos momentos la estoy oyendo.

Saludos.

Alexánder Obando dijo...

Asterión:
El orden de los movimientos es:

Prólogo
Requiem I
Réquiem II
Ricercar
Rappresentazione
Elegía
Tratto
Lamento
Dona nobis pacem

(Las primeras 4 piezas a veces aparecen como una sola).

Espero que esto te ayude. La pieza, aunque densa y extraña, bien merece conocerse.

Ahora, contame vos cómo hago para que mi compu pueda leer extensiones .rar, es decir, ¿qué necesito? Estoy atoyado.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Eso nos da nueve partes, y en el archivo venían seis, así que asumo que las cuatro primeras vienen juntas.

Para esas extensiones, lo que hay que tener es Winzip, que es una software que comprime y descomprime archivos. Si no me equivoco, se baja de Internet. A mí a ves me funciona, y me abre los archivos, a veces no hay modo.

Anónimo dijo...

Requiem, el solo nombre es música para otra tierra.

depeupleur dijo...

El collage es uno de los mecanísmos artísticos por antonomasia del modernísmo. Luego se ha querido decir que lo es del postmodernismo, y los que juegan de interesantes y les gusta inventar el agua tibia, como Eloy Fernandez Porta, en Homo Sampler, dicen que es un rasgo de una época posterior al postmodernismo que él llama, caprichosamente, el Afterpop.

Lo cierto es que toda la tradición de música electrónica moderna reclama como su precursor a Brian Eno y considerna que los primeros en mezclar pedazos de otras obras y crear lo que ahora se conoce como sampling fueron los DJ Jamaiquinos de los 70 hacían algo que ellos llamaban "dubbing". Pero ahora vemos que Zimmerman en los 50 y 60 ya había usado el collage musical magistralmente, y probablemente tampoco fuera el primero

Me encantó encontrar entre sus obras a Musique pour les soupers du Roi Ubu, señal inequivoca de que sabía bien por donde iba la cosa... merdre.

Anónimo dijo...

k bostezo...

Alexánder Obando dijo...

Asterión y Del Otro Lado de la Pared:
Gracias por sus comentarios y por sus aportes a este blog.

Juan:
El collage es un concepto muy antiguo, aunque solo se empieza a utilizar de manera sistemática y deliberada en el s XX. Recuerdo por ejemplo a Manuel de Falla en cuyo "Sombrero de tres picos" (1919) se cita con pelos y señas el motivo inicial de la 5a de Beethoven. Debe haber, incluso, muchos más ejemplos anteriores a los que hemos señalado.

Anónimo "k bostezo":
Este es un blog para el arte, en particular el arte literario. "Los Teletubbies", los dan en la tele. Revisá la TeleGuía.

A todos, gracias por comentar.

Anónimo dijo...

la rebicé. dise que los pallasos estan akí

Alexánder Obando dijo...

Es cierto, Anónimo: vos pasás por aquí a cada rato. Pero como tu mamá sigue sin decirte quién putas es tu tata, no podremos subir más tus comentarios.

Además, hasta el truco de la mala ortografía te salió blandengue. ¡K bostezo!

Anónimo dijo...

ASNO(nimo): Si no le gustan los payasos, ¿Por qué no cambia el canal antes de dormirse? CLICK!!! Es tan fácil. CLICK.

Anónimo dijo...

ASNO(nimo): si no le gustan los payasos ¿Por que no cambia de canal antes de dormirse?. CLICK!!! Es tan fácil. CLICK.

Anónimo dijo...

Alexánder, creo que el surgimiento de anónimos es un clara señal de que hay algo que les duele. Es premonición de que algo está por suceder, algo que los incomoda, que los asusta.

Saludos.