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lunes, julio 19, 2010

¡¿QUÉ CANCIONES NI QUÉ NIÑO MUERTO?!


En el mes de setiembre de 1998, me encontraba frente a la pantalla de la compu escribiendo El más violento paraíso. Estaba cansado, entumecido y creo que hasta muy saturado del gore propio de los relatos sobre Gilles de Rais.  La novela me había conducido a un estrecho callejón de sadomasoquismo y me empezaba a sentir "raro", es decir, fuera de lugar... como si ese texto y yo ya no estuviéramos dialogando. No le estaba huyendo a la violencia (de eso estoy seguro) sino al propio Mariscal de Francia, al propio señor de Machecoul que me tenía preso en su torbellino de sangre de sótano,  de icor envejecido, maloliente y agusanado. En síntesis ya estaba harto de Gilles de Rais  y de sus primos y magos depredadores. Estaba cansado de castillos oscuros, de grimorios antiguos y güilas sacrificados a toda hora. Era obvio que la mente me pedía a gritos un relevo, un cambio aunque solo fuera de ambiente. Entonces decidí "refrescar" el espíritu terciando hacia  otro rumbo literario. Cerré la página que estaba escribiendo, abrí otra en blanco y empecé un texto completamente nuevo y diferente a El más violento paraíso. Pero ningún corazón, -como reza el viejo refrán- es traidor a su dueño. Por más que quise distanciarme de aquel sabbat lo único que logré fue caer en terrenos más cercanos, en los alrededores de San Pedro, para ser más exacto. Caer pues, en el mundo de Sergio, Cachi y Lucy. Caer en el triste domicilio de Canciones a la muerte de los niños.

Los detonantes y antecedentes para esta obsesión con la muerte de cachorros es compleja y antigua. La muerte de tantos jóvenes inocentes en la Guerra de las Malvinas tuvo mucho que ver. Luego Pixote, una cinta brasileña sobre el crimen infantil. Luego la realidad de Rio y de Sao Paulo, lugares donde los dueños de hoteles pagan bandas de exterminadores para sacar a los niños y adolescentes de las calles, pero por medio de las balas, los secuestros y las ejecuciones sumarias. Luego empezó a suceder lo mismo en Honduras, en México y en Costa Rica. Las maras de hoy no son más que una actualización de esa sempiterna canción a la muerte de los niños.


Pixote, la ley del más débil, (1981).

Pronto caí en cuenta de que el panorama era mucho más vasto. La guerra convencional tiene su "algo" de infanticidio. ¿Por qué no mandar a millones y millones de muchachos a morir? Desde el punto de vista de los machos alfa, es decir, de los gobernantes de la Tierra, aquello tiene mucho sentido. Destruye a los jóvenes machos que podrían competir con los mayores por las hembras y de paso los usa como peones en el juego de poder de los alfa. No sé si esto tiene mucho sentido para los machos heterosexuales, pero para mí, como macho homosexual, es francamente aterrador. Les propongo una imagen arquetípica: un canpo de batalla en algún bosque del mundo lleno de soldados caídos. También hay ametralladoras, cañones, artillería y hasta cadáveres de caballos dispersos por doquier. Suena convencional, pero cambiémosle un detalle: en lugar de soldados son soldadas: 250 mil cuerpos de mujeres entre los 18 y los 40 años caídos y dispersos por todo el bosque. 250 mil proyectos de belleza vital corrompiéndose a la luz de la bruma matutina. El olor a carroña y la imagen de pechos sangrantes, cabellos enmarañados y labios ennegrecidos cubre todo el paisaje... ... y aun así... ... aún así hay hombres heterosexuales que se extrañan mucho ante la aversión espontánea que tanta mujer siente ante la guerra. Pero el ciclo no parece detenerse. La mayor parte de las culturas son proclives a la muerte de los machos jóvenes.

Y luego las paradojas; el mundo al revés. En el culto dionisíaco primitivo las hembras sacrifican cachorros de toda especie, cuando no hombres maduros, como en el mito de Penteo. Pero es solo eso: una paradoja. La muerte habitual le corresponde al macho joven.

Hay cosas que no puedo decir. No puedo decir que mis novelas, su sangre, su muerte, su dureza son todas producto exclusivo del entorno, pues algo o bien mucho de mi propia perosnalidad retorcida debe haber en todas ellas. Pero eso nos lleva a la recepción que han tenido en manos de algunos. ¿Consonancia cósmica? ¿Zeitgeist? ¿Comunión entre torciditos? puede que haya un poco de todo, pero también hay asco, mucho malestar por vivir en medio de tanta farsa y simulacro. Las novelas son tanto un producto mío como de mi época. Y de mi espacio, es decir... Costa Rica. Este vergel de la paz perpetua es también un lagar de gusanos y ojalá que a nadie se le olvide eso. Por eso Canciones a la muerte de los niños está escrita como está... porque es una novela costarricense.
 
Jóvenes soldados marchando en celebración del triunfo liberacionista sobre las fuerzas de Calderón, 1948. Los muertos, de ambos bandos, se quedaron en casa.

Escribo todo esto a la luz de una ocasión especial para mí. El 18 de junio pasado se cumplieron los dos primeros años de la publicación de Canciones... un momento agridulce porque fue acompañado por el asesinato, esa misma noche, de Julito Acuña. Mordaz y ácida convergencia que ya me va a doler para toda la vida. Pero nada se puede hacer salvo echar la máquina de la inútil nostalgia un poco más hacia atrás.

Cuando fui invitado por alguien a compartir mi segunda novela con la ECR, creí que me había ganado el cielo. Y así fue, salvo que esa invitación le costó sangre y sudor a varias personas dentro de la institución. Un pequeño grupo deseaba publicarme y otro, mucho más grande, deseaba no hacerlo. Ese estira y encoge me obligó a escribir un ensayo sobre mi propia novela a solicitud de la misma editorial. Luego vino la firma del contrato, justo antes de que cambios de personas claves dentro de la editorial intensificara más mi incómodo estatus de novelista non grato. Pero el texto salió adelante. Gracias a la bondad y defensa de Guillermo Fernández, Alfonso Chase, Albino Chacón, Mabel Morvillo y otras varias personas, el proyecto no sucumbió. E igualmente, los departamentos de edición, legal, difusión y diagramación me trataron como a un rey. Y entonces, ¿de qué me quejo? No me quejo de nada. Solo me remito al refrán popular mexicano: "No lloro, pero me acuerdo".

Canciones... parece ser la niña con poliomelitis de entre mis dos novelas. Tal vez por eso la cuido más y tal vez por eso me duele más. Algunas personas la consideran 400 páginas de pornografía pura mientras otros sospechan que podría estar hecha para "burlarse del paradigma de lo costarricense"☺. Y a pesar de todo eso, CMN ha tenido una vida de princesa desde el principio: algunos profesores de Estudios Generales (UCR) la han usado para sus clases, mientras que en la Escuela de Filología y Literatura (también UCR) es parte del currículo del curso Literatura Costarricense III. La muy idiota no se puede quejar. Como tampoco me puedo quejar yo.

Entonces, si ese es el caso, "corramos aquí un delicado velo de pudor" y pasemos a lo último: GRACIAS, LECTOR. SIN VOS YO NO SOY NADIE. Me rehuso a cometer ese delito de falsa modestia que dicta que el escritor, en principio, escribe para sí mismo. Un asunto diferente es tener que escribir porque no se tiene alternativas, pero el texto como tal, siempre va hacia los otros; es para los otros.



Comentarios a Canciones a la muerte de los niños:

          Adriano Corrales Arias.  
          Alfonso Chase 1. 
          Alfonso Chase 2.
          Fabio Mena Cordero. 
          Felipe Granados.
          Gustavo Solórzano Alfaro.
          Juan Murillo.
          Warren Ulloa Argüello.
          Texto de A. Obando para la ECR

8 comentarios:

Diana Puzuzi dijo...

Que exito!, que suerte tuviste, tengo que leerme ese texto tambien...
Y sí, las novelas violentas son un espejo de la vida real, hasta yo con mis 17 años lo sé, basta con ver sitios como best gore, ah! y tambien es cierto que uno escribe pensando en alguien, más alguien tan introvertido como yo, pienso en alguien que le emocionen las mismas cosas que a mí.
Tenemos además, la gente que escribe pensado que lo que hacen sea del agrado de todos, incluyendo a la iglesia.
Seguro nosotros tenemos que pasar por la puerta de vida esa nueva que hay en cartago para curarnos y no volver a pecar escribiendo cochinadas nunca más(sarcasmo)

Gustavo Solórzano-Alfaro dijo...

No sabía, o no recordaba, que el "Festina lente" lo habías escrito para la editorial. Buen texto.

Lo que no entiendo es porque CMN con polio. Lo que sí es que me gustaría verla también en edición de Lanzallamas.

Saludos

Óscar Fernández dijo...

No sabía sobre la inspiración (perdón por el término romántico)de Canciones a la muerte de los niños. De verdad que es francamente desolador el paisaje lleno de cadáveres, y la imagen de con mujeres todavía más desconsoladora
(este revés permite entender hasta donde nos ha llevado el patriarcado: 'aceptar' sin asco la imagen de jóvenes varones muertos)

CMN, ya te lo he manifestado anteriormente, no tiene nada de niña con poliomelitis. La narración es muy ágil. La temática bastante innovadora y contestaria. Y la experimentación formal envidiable. Conozco las 'criticas' que se le hacen; sin peso, solo miedo al caos y a lo costarricense ACTUAL.

Tu novela es paradigmática es su rupturismo y en la sensibilidad con que expone el 'desorden' contemporáneo: el devenir mediático y el laberinto social.
Lo contracultural, lo subcultural, lo queer, lo straight, la polifonía asfixiante y la neurosis patriótica se hacen presentes en las mejores 400 páginas que he leído en los últimos tiempos.

Pregunta: ¿el ensayo que originalmente acompañaba a CMN es el que pusiste al final donde dice 'Texto de A. Obando para la ECR'?

Saludos

César B. dijo...

Tengo una gran deuda con tu obra Alexánder, juro que trataré solventarla.

J.P. Morales dijo...

Mi mamá siempre nos dice a mi tata y a mí que somos muy bélicos porque nos encantan las películas y libros sobre la guerra. Dijo Platón que la guerra es un deleite para todo aquel que no participa de ella (al menos a él le atribuyen una frase similar en un videojuego). No deja de haber morbo y cierto sadismo en el gusto por las escenas bélicas, pero en mi caso la atracción también se debe a la gran cantidad de emociones que se pueden retratar en un enfrentamiento militar, desde la angustia de ver que el ejército contrario es superior al desconcierto de saberse herido de muerte, desde la motivación basada únicamente en la descarga de adrenalina hasta la satisfacción de saberse vencedor e ileso. La guerra, desgraciadamente, ha sido una constante en toda la historia humana, por lo que merece dignas representaciones artísticas. Y las ha tenido, en todas las artes. Yo en lo personal, desde cuando carajillo me imaginaba las historias que ahora trato de escribir, había pensado en un conflicto donde hicieran falta tantos brazos que se decidiera incluir a las mujeres en la lucha. De hecho terminó siendo más bien una civilización que nunca hizo la diferencia entre hombres y mujeres cuando se trataba de pelear. Por supuesto, mi "personalidad retorcida", como vos llamaste a la tuya, también tiene que ver.
Ahora, yo no he leído Canciones..., como creo que lo sabés, pero por lo que decís de la violencia con que retrata el ambiente nacional, me suena a que tal vez me vaya a producir una sensación similar a cuando leí Mariposas Negras para un asesino. Esa novela me enseñó que San José de noche no era el lugar solo habitado por borrachos tambaleantes que salían de las cantinas y una que otra puta en las esquinas. Había todo un mundo que yo desconocía que esa novela me presentó. Presiento que tu "niña con poliomelitis" me revelará aún más de ese mundo. AbrazOso. Tuanis.

guisela vargas dijo...

en buena hora, estimado alexander, llego por tu blog. invitacion a lapuntadelicebergcr.blogspot.com

Alexánder Obando dijo...

Oinkgasmic:
"...pienso en alguien que le emocionen las mismas cosas que a mí". Lo que has dicho es una gran verdad. Y que no te preocupen tus 17 años. Pocos saben bien lo que quieren a tab corta edad. Felicidades y a seguir escribiendo.

Asterión:
Festina lente fue efectivamente hecho para el propósito mencionado. Y llamo a CMN mi niña con polio porque muchos la ignoran en favor de EMVP.

Alexánder Obando dijo...

Òscar:
Correcto. El texto al final es "Fsetina lente", escrito a solicitud de un par de miembros de la ECR. Habíamos concebido la posibilidad de incluirlo al final de la novela pero otros miembros de la junta directiva no lo consideraron procedente dado su tamaño y otros detalles. Y Agradezco tus comentarios, de veras.

César:
Tranquilo, no siempre hay tiempo para todo. Además, no es la gran cosa, te lo advierto.

JP:
lo bélico en CMN es retórico, o más bien, metafórico. No encontrarás en ella más guerra que las guerras interiores, pero pienso que es complemetario a lo mostrado por Méndez Limbrick en su trabajo. Lamento que mi metáfora te diera una idea incorrecta de lo que es esa novela. Sin embargo, comparto todo lo que has dicho sobre la guerra. Un abrazOso.

Gisela:
¡Qué bueno verte por estos lados! Gracias por el enlace. Te visitaré tan pronto pueda.