See The Forest, Not The Tree. Por Vladimir Borowicz
Queridos y aburridos internautas (¿si no están aburridos, por qué otra razón estarían aquí?) me permito seguirle el hilo a una idea de nuestro amigo ,el poeta Frank Ruffino, al proponer que suba a esta bitácora lo que varios de ustedes han comentado sobre mi literatura. En realidad ya lo venía haciendo, pero si alguien desea agregar algo más, pues muy bienvenido sea, ya que ese el el objetivo principal de este espacio, (además del crudo placer de hablar con medio mundo sin tener que vernos las caras).
Empezamos hoy con un texto del amigo, editor y también poeta Juan Hernández. Que lo disfruten, o en su defecto que lo deploren en paz.
Ese oscuro mamotreto del deseo:
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El más violento paraíso
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El más violento paraíso
Juan Hernández
I
Hablar de libros supone siempre retos: subjetivo, onírico y sexual; académico, estridente, formal y servil. Me refiero a estos espacios de reflexión como posibles conjuntos y no como simples análisis separados. Menciono estos conceptos como posibles mesas de almuerzo para digerir postulados, congruencias y acosos a experimentos hardcore en las letras. Para ir adelantando material, hablamos del desarrollo de la literatura en Costa Rica en los últimos diez años, pero sin retomar o adentrar material en la historiografía misma, sino en acosar a uno de los pocos libros que han logrado penetrar ese estrecho y oscuro mundo del deseo oficial, le arrimaremos el mueble a El más violento paraíso, del escritor Alexánder Obando (sin arrimarle el mueble al autor).
II
Para quienes se regodean en la literatura sacra, de bonitas palabras, con Champs-Élysées, heterosexualidad sin sexo oral, gente del bien ver, bien vestir y bien hablar o como expone el mundo orwelliano, el bienpensar, evidentemente obras que desacralicen las yuxtaposiciones oficiales en cuanto a convivir y pensar son execrables, incómodas y por supuesto, impublicables. Tal fue el caso de El más violento paraíso durante sus primeros años de vida.
III
Parece que la historia intelectual antes del 48 dejó de existir. Nuevos rumbos de dominación se ceñían en las mentes de los infantes proclives a futuras flagelaciones institucionales. La patria, el deber ser por encima del querer ser, la moral, la religión, el matrimonio, la heterosexualidad, el lenguaje, la educación, el sagrado y peleado derecho a votar y otras formalidades del caso para mantener en pacífico reposo la crítica a lo que fuera, fueron el bastión, en muchos casos, del reflejo de la escritura en Costa Rica, con contadas excepciones, por supuesto. Durante cincuenta años, a pesar de que el modernismo nos entregó escritoras grandes y críticos sabrosos, ellos no pasaron de ser lecturas de amigos, extranjeros y uno que otro curioso aventurero. En su mayor parte, la literatura que auguraba cambios radicales y rupturas en la forma y tratamiento estético de la literatura, fue rescatada del ostracismo hace apenas unos veinte años. Hoy en día, quienes leemos y vemos el valor estético de una obra como Los juegos furtivos, somos jóvenes veinte años menos que la obra y mucho más que el autor. En Obando, la trasgresión y la incomodidad, hacen parangón con la experiencia y la escritura detrás de una vida interesante, viciosa y dionisiaca, donde el escritor nos sirve una abundancia de sexos sin definir, lugares comúnmente incómodos de imaginar donde universos paralelos están detrás de cada relación sexual que al final, nos deja deseando más. Alex nos habita y nos guía por un libro que no es servil, que no cumple con los cánones morales de las editoriales oficiales o con los editores que reproducen los cánones oficiales. En ese sentido, la obra de Obando rompe la tradición de servir en bandeja de plata una ideología y una escritura conforme con el estado de las cosas. Es decir, prefiere condenarse al exilio antes que ser títere de turno, aunque lo tilden de escritor depravado siendo depravado en un sentido culto de la palabra. Alex retoma el volante y guía su escritura contra la comodidad social.
IV
Generacionalmente, a nivel de escritor y como traidor del status cuo del sistema, Alex se sitúa con grandes escritores under como Felipe Granados, Alfredo Trejos, Mario León Rodríguez, David López y Luis Yuré. Ciertamente, no se reprocha esta selección, ya que quienes han tenido la oportunidad de leer a estos autores, sabrán perfectamente de lo que hablo. La destrucción del bien hablar y el bien pensar y el tema de lo cotidiano y el ser costarricense, son juegos donde estos escritores han sabido buscar la humanidad en cada una de sus palabras. Cabe recordar que lo planteado por estos escritores, fuera de ser aberrante ante los ojos morales de los gendarmes de las letras y la lengua del país, es el reflejo de una sociedad que vive bajo un sueño de democracia, paz y soberanía, donde el pensamiento es resguardado por la seguridad policial que brinda un Estado patriarcal. Es decir, escriben la vida humana, conflictiva y hermosa como violenta y sádica en todo su esplendor. Estos escritores, son faraónicos objetos llenos de enormes edificaciones literarias donde son proclives a recibir piedras, vegetales viejos, carne pútrida y toda clase de heces por parte los señores que resguardan la pacífica mediocridad que establecen como orden social. Así, ubicar a Alex en la línea de los escritores malditos costarricenses, no es una categoría literaria, sino un grado ético.
V
La lectura del libro de Obando es una lectura pesada, agria y amena. Puede pecar de aburrida y larga, como los libros aburridos de Proust (como una lucha por ser un Proust tercermundista). La novela no es una novela de culto como se ha querido suponer o establecer, tampoco es una novela definitiva de una generación. Es la visión generacional de Obando, la ruptura de Obando y la constante lucha hacia la transgresión de Alex contra el servilismo que se ha establecido por muchos años en las letras costarricenses. Sería injusto atribuir todo a la novela sin poner primero al escritor y sus demonios internos contra un sistema enorme que busca absorber o eliminar la diferencia. Y es precisamente la transgresión, la irreverencia y la visión onírica de Obando quienes dan pie a la diferencia diametral del escribir en Costa Rica. Aunque la novela no rompe con el buen hablar estético de ciertos abusos del lenguaje, los espacios y vivencias del hilo conductor (sus protagonistas) son aptos para merecer la hoguera en los tiempos actuales. Imaginar las descripciones de Obando es vivir los tiempos actuales: seres travestidos de vivencias alucinógenas, LSD sin LSD, aquí no se come banano con cáscara pero tampoco el banano se come entero. Pasar de un lugar común a una ciudad perdida por la geopolítica es cuestión de capítulos y las desviaciones urbanas recorren los caños con lascivia, olor a cigarros y alcohol. La novela como tal puede dejar de ser novela y convertirse en cuento o viceversa. Tomar ese oscuro mamotreto de más de quinientas páginas y abrirlo, puede herir la sensibilidad.
VI
Para los bibliófilos, la edición (2ª edición) del libro es una delicia. En los últimos años, el país ha visto el nacimiento de ediciones de lujo, lamentablemente, ninguno de los libros que llevan esa ostentosidad, pasan de ser libros de cocina, manuales de arquitectura o pésimos libros de poesía pagados por sus autores. La edición de Editorial Lanzallamas rompe los moldes (medidas) de los convencionales libros editados en Costa Rica. Son varios atributos que se miden en la edición de un libro, como por ejemplo los papeles utilizados, los pigmentos, la tipología, las cajas de lectura, el empaste y el diseño de la cubierta. Un libro se mide por el tacto y la vista y, definitivamente, la edición elaborada por Lanzallamas cumple con los objetivos de una obra literaria de calidad. En cuanto a edición técnica, el libro está a la altura de editoriales con capitales enormes, sin embargo, cabe decir que el libro tuvo que ser impreso en el extranjero, curiosamente, para abaratar costos. La edición, sin lugar a dudas, es de las mejores que ha logrado una editorial independiente en el país. Ciertamente, para los legos que nos iniciamos en el quehacer editorial –y todos los demonios que eso traiga-, Lanzallamas nos puso –y puso- en jaque al ofrecer una edición que merece estar en la biblioteca de cualquier bibliófilo a nivel mundial y en especial, de quienes gustan de la escritura fina y transgresora.
VII
El más violento paraíso, obra que marca un antes, no es producto de grados académicos. Es producto de estudio, ceguera, sudor, masturbación, experiencias humanas y sobre todo, tiempo y aceptación. Es una obra que aún no tiene el espacio que se merece, ni en universidades ni en círculos de lectores, porque precisamente se está aún en pañales para entender o discutir ciertos aspectos literarios ajenos a ciertos círculos de académicos o lectores que reproducen los mismos sistemas de dominio y aceptación. Todo escritor corre riesgos extraños ajenos a su obra. Esta es una novela que puede correr el riesgo de perderse en la estupidez, debido a un mal culto a la personalidad extraordinaria del escritor con la calidad literaria de la obra. Si bien el escritor nos maravilla con sus proezas de constructor, no es al autor a quien se le brinda campo en la biblioteca, sino a su obra, su valor y más importante, su condición de obra inadaptada. Para leer la novela se necesita estudio, esfuerzo y ejercicio de lectura, de lo contrario, el libro podría cumplir dos funciones: venderse y llevarse como un lindo y enorme adorno bajo el brazo, o utilizarse como arma para lanzárselo a cualquier pelmazo que nos caiga mal. Sea como sea, no cabe duda que presenciamos un acontecimiento que merece celebrarse, una segunda edición y una nueva editorial.
4 comentarios:
Se rajó Juan con ese título, jeje, y muy bien planteado el texto, especialmente los apartados V y VI.
Saludos
Alexánder viejo güevón:
Sugerí otra cosa y esto es una Biblia y ando muy jumas para hacerme del poder de la concentración. Sin embargo, es bueno ese artículo de Hernández y muy digno de repasar en cuanto el tsunami de mi alma vuelva a su ribera quieta.
Por otra parte, me gustó mucho la foto incógnita de Laura Chinchilla sometida por los gilipollas Arias al interior del primer Consejo de Gobierno. Joder: tenés contactos!
Solo a manera de nota al pie de página. Mucho se ha dicho sobre el caracter transgresor en forma y contenido del Más Violento Paraíso. Y eso está a la vista.
Pero... jejeje, eso no tiene el menor mérito, si junto a ello no fuera también una obra estéticamente impecable y bien escrita.
Gracias, Guega, de veras. Un abrazo.
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