Hace casi 20 años, tuve la intención de publicar con una cofradía literaria, es decir, con un grupo editorial cuyo comportamiento base era más o menos "New Age".
Las cofradías edito-literarias son depositarias de comportamientos sociales muy sui géneris, como creer en augurios, transmigraciones, reencarnaciones, dioses menores, eugenesia pseudorracial, votos de pobreza, virtudes públicas, verdades axiomáticas, etc., etc. Y yo me acomodaba muy bien a algunos de estos criterios, pero otros, como decimos localmente, me caían en un huevo y me rebotaban en el otro. Estaba de acuerdo, por ejemplo, con ciertos principios de la reencarnación, pero llevarla al punto de la eugenesia racial era una patada a la espinilla de la lógica. El grupo esotérico, digo... editorial, creía (y aún hoy cree, supongo) que los seres humanos somos cada uno la reencarnación de un tipo racial primigenio. Estos grupos base eran, para ellos, los indoeuropeos ("blancos" occidentales), los semitas (árabes, judíos) y los centroasiáticos (chinos han, turcos y mongoles). Cada grupo tenía una virtud "cardinal" (nomenclatura mía, no del grupo, donde esas cosas se dejaban sin explicar); los semitas eran/son los "guerreros", los indoeuropoeos los "logocéntricos" y los centroasiáticos los "filoso-poetas". Yo, dadas mi pocas virtudes y muchos defectos, era considerado un indoeuropeo, no muy lejos de mis verdaderas raíces que son más bien "amerindio-europeas". Cuando uno reencarna (según ellos) lo hace en cualquier carcacha humana pero siempre conserva la primigenitura de su herencia racial. Dicho de otra manero, yo puedo reencarnar en un bebé mal alimentado en las túrquicas estepas del Sinkiang pero mi "alma" sigue siendo la de un indoeuropeo.
Por efecto de tal disparate, el espíritu de un miembro de la cofradía, amerindio centroamericano, vino a ser el de un judío más puro que si este le hubiera lavado los pies al mismísimo profeta Isaías. Y lo más grave de todo era ignorar o burlarse de estas "verdades" dentro del grupo. Si pasaba, nunca los volvías a ver y tenías que decirle adiós a cualquier posibilidad de publicación. Tu nombre y tu obra pasaba a ser para ellos anatema.
Entre algunas otras de sus verdades apriorísticas estaban la noción de que J.M.Z. y L.A.R. son más charlatanes que poetas (criterio que comparto solo en uno de los dos casos) y que la intuición en literatura es más importante que los hechos (cosa que sí comparto en la misma línea de Einstein al afirmar este que "la imaginación es más importante que el conocimineto"). Claro que si tu intuición literaria es muy pobre o del todo ausente, pues no te queda más que atenerte a los hechos.
Cuando presenté mi trabajo para consideración del grupo ya estaba bastante avanzado en la inmersión y lógica de este adoctrinamiento, lo creyese o no; pero ahí fue donde cometí el pecado capital. Ellos me habían hecho ver que yo gozaba ante su editorial de ciertos privilegios muy particulares, como saludarme extendiéndome la mano aún no siendo yo heterosexual (pues contacto físico con los hijos de Sodoma era "impureza" ante los ojos del miembro "semita"). Aún así, logré exceder mis privilegios al sugerir enviar mi trabajo a un concurso en México a ver si se ganaba dos millones de colones (concurso muy oportuno porque te daba la plata y no había compromiso editorial posterior). Eso haría de la edición de la cofradía en San José un trabajo que no les costaría un cinco y me quedaría a mí otro milloncito... ¡ANATEMA!... ¡INFAMIA!... ¡PECADOR NEFASTO!... ¡HIJO DE LA IMPUREZA!... ¡RAZA DE SERPIENTES!... y toda esa costra... Yo había insinuado el peor de los pecados posibles: lucrar con una publicación literaria.
Cancelaron mi publicación. Me pidieron que desestimara todos los comentarios y recomendaciones a mi obra y que les devolviera las artes que yo en ese momento trabajaba. Les contesté (por medio de uno de ellos que hacía de mediador) que con mucho gusto lo haría si dos de los editores también desestimaban los múltiples consejos y correcciones que yo había hecho a sendos cuentarios de estos caballeros que estaban próximos a publicarse. Por supuesto que nunca recibí respuesta alguna. Como tampoco jamás tuve noticia de todo el dinero que se recaudó a nombre de la publicación de mi libro.
Los tres miembros de ese extaño "menage" eran parecidos a ciertos personajes de George Lucas: eran pues, Darth Vader (el oscuro amerindio), Choobaka (el de la risa histérica) y el Ewok (el ingenuo). Por eso, cuando me di cuenta en el mundo paralelo en el que me había metido, una noche tuve una pesadilla de horror: soñé que el amerindio me extendía la mano disfrazado de Darth Vader y me decía: "¡Luke, yo soy tu editor!" El miedo fue tal que sentí cierto alivio al saber después que me proscribían. Ellos pensaron luego que yo había montado todo para deshacer nuestro compromiso editorial, pero no fue así. Nunca tuve esa intención, aunque dada la naturaleza de los hechos, fue lo mejor que me pudo pasar en ese tiempo.
Este post está dedicado a los colegas "Malasombra" y Byron Espinoza quienes tuvieron la peregrina idea de provocarme en eso de los chismes locales. Es el primero de una serie de pachos en este barrio llamado Costa Rica.
Las cofradías edito-literarias son depositarias de comportamientos sociales muy sui géneris, como creer en augurios, transmigraciones, reencarnaciones, dioses menores, eugenesia pseudorracial, votos de pobreza, virtudes públicas, verdades axiomáticas, etc., etc. Y yo me acomodaba muy bien a algunos de estos criterios, pero otros, como decimos localmente, me caían en un huevo y me rebotaban en el otro. Estaba de acuerdo, por ejemplo, con ciertos principios de la reencarnación, pero llevarla al punto de la eugenesia racial era una patada a la espinilla de la lógica. El grupo esotérico, digo... editorial, creía (y aún hoy cree, supongo) que los seres humanos somos cada uno la reencarnación de un tipo racial primigenio. Estos grupos base eran, para ellos, los indoeuropeos ("blancos" occidentales), los semitas (árabes, judíos) y los centroasiáticos (chinos han, turcos y mongoles). Cada grupo tenía una virtud "cardinal" (nomenclatura mía, no del grupo, donde esas cosas se dejaban sin explicar); los semitas eran/son los "guerreros", los indoeuropoeos los "logocéntricos" y los centroasiáticos los "filoso-poetas". Yo, dadas mi pocas virtudes y muchos defectos, era considerado un indoeuropeo, no muy lejos de mis verdaderas raíces que son más bien "amerindio-europeas". Cuando uno reencarna (según ellos) lo hace en cualquier carcacha humana pero siempre conserva la primigenitura de su herencia racial. Dicho de otra manero, yo puedo reencarnar en un bebé mal alimentado en las túrquicas estepas del Sinkiang pero mi "alma" sigue siendo la de un indoeuropeo.
Por efecto de tal disparate, el espíritu de un miembro de la cofradía, amerindio centroamericano, vino a ser el de un judío más puro que si este le hubiera lavado los pies al mismísimo profeta Isaías. Y lo más grave de todo era ignorar o burlarse de estas "verdades" dentro del grupo. Si pasaba, nunca los volvías a ver y tenías que decirle adiós a cualquier posibilidad de publicación. Tu nombre y tu obra pasaba a ser para ellos anatema.
Entre algunas otras de sus verdades apriorísticas estaban la noción de que J.M.Z. y L.A.R. son más charlatanes que poetas (criterio que comparto solo en uno de los dos casos) y que la intuición en literatura es más importante que los hechos (cosa que sí comparto en la misma línea de Einstein al afirmar este que "la imaginación es más importante que el conocimineto"). Claro que si tu intuición literaria es muy pobre o del todo ausente, pues no te queda más que atenerte a los hechos.
Cuando presenté mi trabajo para consideración del grupo ya estaba bastante avanzado en la inmersión y lógica de este adoctrinamiento, lo creyese o no; pero ahí fue donde cometí el pecado capital. Ellos me habían hecho ver que yo gozaba ante su editorial de ciertos privilegios muy particulares, como saludarme extendiéndome la mano aún no siendo yo heterosexual (pues contacto físico con los hijos de Sodoma era "impureza" ante los ojos del miembro "semita"). Aún así, logré exceder mis privilegios al sugerir enviar mi trabajo a un concurso en México a ver si se ganaba dos millones de colones (concurso muy oportuno porque te daba la plata y no había compromiso editorial posterior). Eso haría de la edición de la cofradía en San José un trabajo que no les costaría un cinco y me quedaría a mí otro milloncito... ¡ANATEMA!... ¡INFAMIA!... ¡PECADOR NEFASTO!... ¡HIJO DE LA IMPUREZA!... ¡RAZA DE SERPIENTES!... y toda esa costra... Yo había insinuado el peor de los pecados posibles: lucrar con una publicación literaria.
Cancelaron mi publicación. Me pidieron que desestimara todos los comentarios y recomendaciones a mi obra y que les devolviera las artes que yo en ese momento trabajaba. Les contesté (por medio de uno de ellos que hacía de mediador) que con mucho gusto lo haría si dos de los editores también desestimaban los múltiples consejos y correcciones que yo había hecho a sendos cuentarios de estos caballeros que estaban próximos a publicarse. Por supuesto que nunca recibí respuesta alguna. Como tampoco jamás tuve noticia de todo el dinero que se recaudó a nombre de la publicación de mi libro.
Los tres miembros de ese extaño "menage" eran parecidos a ciertos personajes de George Lucas: eran pues, Darth Vader (el oscuro amerindio), Choobaka (el de la risa histérica) y el Ewok (el ingenuo). Por eso, cuando me di cuenta en el mundo paralelo en el que me había metido, una noche tuve una pesadilla de horror: soñé que el amerindio me extendía la mano disfrazado de Darth Vader y me decía: "¡Luke, yo soy tu editor!" El miedo fue tal que sentí cierto alivio al saber después que me proscribían. Ellos pensaron luego que yo había montado todo para deshacer nuestro compromiso editorial, pero no fue así. Nunca tuve esa intención, aunque dada la naturaleza de los hechos, fue lo mejor que me pudo pasar en ese tiempo.
Este post está dedicado a los colegas "Malasombra" y Byron Espinoza quienes tuvieron la peregrina idea de provocarme en eso de los chismes locales. Es el primero de una serie de pachos en este barrio llamado Costa Rica.
4 comentarios:
Divertido, como siempre.
Siguiendo la línea de películas como "Satr Wars", estos famosos cófrades/editores (que tengo bien claro quiénes son) podrían igualmente intercambiarse por otros personajes tipo "El Señor de los Anillos" o "Harry Potter", y seguirían siendo igual de pendejos... digo, seguir dando el mismo miedo.
De platas, de auditorías, de oscuros fondos tipo BCIE; de transmigraciones literarias y demás está lleno el camino al cielo... digo, al infierno... ¿si Luke muere a dónde va?
Saludos.
Por lo menos hay que darles puntos por originalidad. Cambio de raza por medio de la transmigración del alma... es tan lógico, como no se me ocurrió antes. Claro, para Michael es ya muy tarde, pero el hubiese sido el primer adepto.
(Dicen que ahora estas en manos de un grupo mucho peor pero menos cool, lo que hace un uniforme negro, que vida)
Álex, siempre se va a caer en manos de alguien cuando de publicar se trata; los profetas te harán seguirlos en filita india (como en la foto), para poder gozar finalmente de sus privilegios supraterrenos; los no profetas (los de acá, de la Tierra) se sumergirán con vos en los mierderos más pestilentes.
Memo, tu razonamiento es de escarnio, ¡pero tan real!
Juan, eran y son oscuros como el sueño de los vampiros.
Asterión, si alguno de ellos se pareciera a los carajillos de Harry Potter probablemente habría publicado con ellos ;)
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