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sábado, agosto 29, 2009

FELIPE GRANADOS: Entre La Policía del Pensamiento y La Policía de los Sueños

Broken Pieces por SeanDitty

Era el 18 de diciembre del año 2000. Estábamos en el Centro Cultural Mexicano en la presentación de El más violento paraíso, mi primera novela. Tras las introducciones más o menos académicas (y la "blasfémica" de Jorge Jiménez) la gente empezó a participar animadamente. Mi hermana y mis primas de la "ultra católica" intervinieron para rescatar lo que habían dicho los presentadores más moderados. Los demás, guardaron silencio con una sonrisa apretada entre los labios.

Dentro de esa barahulla, donde uno se siente más perdido de lo que otros suponen, se me acercó un muchacho de unos 20 años y me dijo, en términos muy sentidos, lo que había disfrutado de la novela recién publicada. Lo hizo con esa prosopopeya tan particular que solo a los nacidos en la faldas del Irazú les puede salir con toda limpidez y naturalidad. Tan es así que me dijo "maestro" un par de veces y no me di cuenta sino hasta después, cuando ya se había ido. El muchacho se había despedido con la misma diáfana cortesía del principio y no volví a saber nada de él... hasta principios de enero del 2001.

Invitado por uno de mis amigos todopoderalcohólicos (club del que yo era fidelísimo miembro) me senté un sábado por la tarde en una mesa de la antigua cantina "Morazán" a esperar al amigo. En unos momentos se me acercaron dos muchachos; un era aquel de la presentación del México y el otro un amigo suyo, alto, triste, espigado, pero aún así, lograba mostrar una sonrisa casi infantil. Eran Felipe Granados y su feliz-triste alter ego Alfredo Trejos, ambos poetas de Cartago que estaban participando de un taller en San José. Después de unas cuantas birras y de otro par de infortunados "títulos de respeto" por fin pasamos al hermoso, altisonante y mágico voseo de los costarricenses. Esa noche salimos de ahí a las 12 pm, y se inició, al menos para mí, una romería de casi tres años donde nos veíamos todos los sábados y tomábamos en "El Mora" hasta la medianoche, momento en que pasábamos a "La Chicha" y luego a "Las Condes", cuando todavía era solo medianamente peligrosa.

Durante ese tiempo, Felipe y yo desarrollamos una intensa amistad basada en intereses comunes, sobre todo un gran amor por la literatura "cúltica" y por la música de corte similar. Él me educó sobre Charles Bukowski e Irvine Welsh; yo le enseñé algo de William Burroughs y Poppy Z. Brite. Él me introdujo a Nine Inch Nails; yo lo sumergí en Gustav Mahler y B. A. Zimmermann.

Lo que tienen en común estos siete artistas arriba mencionados es lo particular, lo diferente, lo marginal y muy humano. Reflejaban pues, muy atinadamente la vida de Felipe. Y no era que él los imitara, sino que tanto mi amigo como casi todos nuestros héroes pertenecían a un mismo cosmos, una dimensión donde vivir y hacer arte SIGNIFICAN lo mismo. Academias y poses aparte, Felipe Granados era un poeta "completo".

Cuando cumplió 27 años hizo una megafiesta en su casa de Tibás que muchos aún hoy recordamos. Estábamos la "crema y la nata" del desmadre. La lista de lo consumible me la reservo no por moralina sino por falta de espacio. Los acontecimientos en el baño de abajo y en rincones selectos de la casa también serían de hacer unos esbozos narrativos welshianos, tal como Feli lo habría querido. La música fue todo una antología de Iggy Pop, Patty Smith, Nine Inch Nails, Fito Páez, Charlie García, Sabina, y cuánta cosa más la gente trajera o el anfitrión tuviera por ahí tirada. Creo que lo más memorable de la fiesta fue un detalle del equipo de sonido, en realidad era una súper grabadora con un problemita técnico: la perilla de sonido estaba quebrada y trabada, por lo que solo se podía oír la múisca a todo volumen. Solución rápida de Feli Granados: se llevó la grabadora para el cuarto de pilas y la metió dentro de lavadora. El resultado es que aquel menjunje sonaba como una discoteca de ultratumba; una especie de Freddy Kruger D.J, pero a pesar de eso se oía bastante bien. Cuando Felipe quería que escucháramos una de sus partes predilectas decía, "Maes, oigan esta vara". Y levantaba la tapa de la lavadora para que la tronadora nos calara hasta el último de los huesos.

Otro detalle especial de esa fiesta fue ver a un Felipe Granados sobrio repartir y escanciar esencias y bebestibles con esa prosopopeya cartaginesa de la que ya hablamos. El poeta era un bartender nato, preocupado porque todo el mundo bebiera y que bebiera y comiera hasta caer. Corría de aquí para allá repartiendo tragos, almohadones, platos y demás néctares como un Ganimedes o una Hebe atendiendo solícito a todos los "dioses". Es decir, cuando Felipe era un caballero, lo era hasta el fondo... He igualmente, cuando quería ser un antisocial, también lo lograba con sonado éxito. Porque ese era el verdadero Felipe Granados: amigo respetuoso y tarambanas pertinaz; escritor sensible, y bribón tunante. Un ser múltiple en su manera de ver y sentir la vida; un alienígena bradburiano curando de su soledad a todos los colonos terrestres, y un solitario Gregorio Samsa en medio de su cósmica otredad.

Felipe Granados el que corría en las noches de Cartago huyendo de la Policía del Pensamiento, aquél engendro orwelliano que desea controlarlo todo, desde la manera en que pensamos hasta la manera en que debemos morir. Felipe Granados el que corría en las noches de San José hacia la Policía de los Sueños, aquel cuerpo de poetas inventado por Burroughs para reconstruir el deformado rosotro de la humanidad denostada por el virus de la censura.

La policía que te controla te dice lo que debe ser tu felicidad y lo que no debe ser tu felicidad. Pero la otra policía es aquella que te redime por medio de la palabra, por medio de la poesía noche a noche incubada en los bares y en las habitaciones del amor. Noche a noche... como si la vida se acabara mañana.

Felipe estuvo en el campo de batalla donde luchan desde tiempos inmemoriales ambos ejércitos. Se alistó en uno de ellos, blandió sus armas y peleó encarnecidamente. Y cuando cayó, lo hizo feliz porque luchaba por aquello en lo que creía, es decir -como si hubiera que aclararlo- Felipe no les permitió a los otros escoger cómo él debía morir.

Fue fiel a su manera de ver el mundo hasta en el último momento.

Te felicito, mi hermano, y envidio profundamente tu entereza. Ojalá estés en un lugar donde los que te rodean sean esos dioses cúlticos que tanto amamos.

13 comentarios:

Germán Hernández dijo...

Hermosa semblanza Alex,oportuna, y anti deificadora...

Guillermo Barquero dijo...

Álex, oportunamente captaste esa naturaleza que tenía tantos extremos como días tuvieras el placer de encontrártelo. Feli escribía poesía, tenía la sensibilidad de quien escribía poesía, pero hablar con él acerca de novelas, de prosa en general (gringa en particular) era una delicia; escucharlo espetar, maldecir, alabar, sorprenderse y recomendar...
Se extrañará su voz en cada recital futuro, su presencia enorme.

depeupleur dijo...

Me gustó eso de la poesía que se gana día a día, luchando en los pequeños espacios, me parece que describe bien el viaje de Felipe, policía de los sueños. Pocas personas conozco, como dice Guillermo, que le apasionara tanto lo que leía. La vida de Felipe es una lección sobre que tan intensamente se puede vivir.

Byron Espinoza dijo...

Hermoso abanico de anécdotas. Un bello homenaje. Sincero y profundo.
Un abrazo para vos y otro más grande para Felipe.

Anónimo dijo...

Mi pésame por el poeta Felipe, quien nunca recibió premio aunque mereciera muchos. Por algo será:

Pregunta: Endogamia en los premios nacionales y publicación de libros en las editoriales del Estado tico?

Respuesta: El poeta superclón de Laureano Albán, Ronald Bonilla ganó en 2005 el desprestiago por algo Certamen Lisímaco Chavarría Palma, luego en 2007 ganó de su grupo Poiesis: Primer lugar clonito de Laureano, Juan Carlos Olivas, quedó Leda, clonita de Laureano, de segunda, y el tercer lugar se lo dieron a Alberto Fonseca H, que aunque no es clon fue jurado en los Aquileos que le dieron en 2000 ó 2001 el Aquileo a Ronald Bonilla (pago de servicios?). Como si no fuera suficiente en el Lisímaco de 2009 le acaban de dar el premio a Alexander Alvarado que casi nadie conoce y la idea era dar galardón a un poeta con trayectoria. Jurado: Rónald Bonilla y Leda García. Ay Dios mío, más pruebas de que aquí todo está dominado por grupitos de amigos clonados no puedo darles!

Soren Vargas dijo...

No hay mucho que decir. Un merecido escrito para un guerrero, del único que podía hacerlo, un titán. Para mi, que soy un observador telescópico, ha sido mágico saber de estas cosas. Lo de la lavadora me dejó sin aliento. Los amados por los dioses mueren jóvenes, dicen por ahí.

Anónimo dijo...

Los invitamos a leer el inicio de La Escafandra.

http://revistalaescafandra.blogspot.com/2009/09/nuestro-primer-editorial.html

roberto echeverría dijo...

a rossi: a felipe lo habría desprestigiado cualquier premio de esos.

hicieron bien en no dárselos.

álex: lo que me dijiste en el entierro de que esta muerte de felipe iba a crear mucho arte lo voy entendiendo ahora.

Luissiana Naranjo dijo...

como siempre emotivo y con un sentido maravilloso!

William Eduarte dijo...

felipe en los extremos
siempre

ahora es ficcion

un abrazo

Jairo Rojas Rojas dijo...

Estuve leyendo los poemas que dejaste en tu publicación anterior. When the Tigers Broke Free
Me resulta conmovedor y refleja claramente la visión que este poeta tenía sobre su vida: la apuesta a la que se mantuvo fiel.

Warren/Literófilo dijo...

Excelente crónica de una amistad Alex, de verdad... ¿estamos para el fin de mes titán, martes 29 te suena?

Warren/Literófilo dijo...
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