
La prostitución fue muy común en el Imperio Romano. Había una gran cantidad de tipos de prostitutas y conforme a su estatus social o a su especialidad cambiaba el nombre. Para designarlas o identificar su rango, hubo pues más de cincuenta palabras. Veamos algunas:
1. Delicia:
En Roma, una delicia, más que una prostituta, era una querida, una amante mantenida por un hombre casado (y generalmente rico). A veces también se la llamaba “amiga” o “amiguita”.
2. Famosa:
La famosa era una mujer soltera que no ejercía el celibato. En sentido estricto, ni la delicia ni la famosa eran prostitutas ya que no cobraban por sus “servicios”. Eran simplemente chicas juguetonas y liberadas.
3. Meretriz:
Su nombre viene del verbo “merecer”. Es el tipo de prostituta más cara. Es independiente y vive en un entorno de lujo y esplendor.
4. Prostituta:
La palabra en latín proviene de “pro + instituirse”, y se refiere a la prostituta que se “instituye” o estaciona ante la puerta del burdel a esperar clientela.
5. Togatta o togada:
Prostituta de bajo rango que en tiempos de la república era obligada a usar toga (al estilo masculino) no llevar velo y andar descalza. (Es decir, era obligada a parecer un muchacho. ¿Razón?)
6. Pellejo:
Una de varios tipos de prostitutas que eran obligadas a diferenciarse de las matronas respetables por medio de una piel de animal, elemento que solían colgarse del cuello o la faja.
7. Lupa:
Literalmente “loba”. Prostituta que se identificaba con una piel de lobo. De lupa salió la palabra castellana lupanar. La lupa procedía originalmente de un culto sagrado donde se ejercía la prostitución ritual, (recuérdese que según la tradición romana una loba había amamantado a los gemelos Rómulo y Remo, y estos luego habían sido adoptados por una prostituta y su marido labrador) pero una vez desaparecido el culto, las mujeres del mismo devinieron en rameras comunes y corrientes.
8. Zorra:
Otro tipo de pellejo. Esta lleva una piel de zorro.
9. Pesetaria:
La pesetaria era la prostituta callejera que cobraba una peseta, una moneda de poquísimo valor. Su rango era prácticamente la base de las pirámide prostitutil.
10. Feladora (o felatriz):
La prostituta que se especializaba en felar (sexo oral).
11. Catamita:
Este es un hombre, un efebo (generalmente de 10 a 20 años) y los había de dos clases extremas: los callejeros y los mantenidos como delicias. Catamita viene de “Catmus”, Ganimedes en latín. (Por cierto, el nombre en castellano es Ganimedes y no Ganímedes como es tan frecuente ver).
12. Hieródula/ hieródulo:
Estas personas servían en un templo como esclavas y esclavos o como sacerdotisas y sacerdotes. Casi siempre, según el culto y el dios de turno, se dedicaban a la prostitución religiosa. Las hieródulas más comunes fueron las de los templos de Ishtar y de Inanna. En Babilonia, toda mujer de la ciudad debía ejercer este papel (por un precio simbólico) al menos una vez al año, como gesto de hospitalidad con los extranjeros. (Como se puede ver, el sexo turístico no es nada nuevo). ;)
13. Coribantes o gallos:
Los coribantes eran muchachos castrados que ejercían el papel de sacerdotes de alguna versión de la Gran Diosa Madre. Muchos de ellos ejercían la profesión de prostitución ritual como parte de su culto. Claro está que al ser emasculados solo podían atender a la clientela masculina. Los coribantes de la diosa Cibeles de Frigia, llamados gallos, llegaron a Roma hacia el 200 a. C. Podían ejercer su culto en Roma pero no podían “reclutar” ciudadanos de la república. Según una tradición, su nombre se debe a que usaban yelmos de cresta roja.
El puritanismo machista de los romanos de la república se refleja en la ley. Una matrona respetable no podía salir de casa sin usar una estola y un velo que la cubriera bien de pies a cabeza, mientras que la togatta era obligada a usar una túnica (que muestra muy bien las piernas) no llevar velo e ir descalza. Esto le daba una apariencia andrógina un tanto sospechosa, pero mejor dejemos eso ahí.
Muchos patricios se escandalizaban de que las mujeres “decentes” se maquillaran, se arreglaran el pelo o salieran de casa sin la vestimenta prescrita por ley, pero en días de calor, cuando la canícula asfixiaba a los romanos, muchos caballeros de altísimo rango andaban por su casa desnudos y abanicándose con algún viejo papiro. Y en cuanto a los jóvenes, imitaban la costumbre griega de andar por la calle desnudos, solo con una clámide echada sobre los hombros.
Sin embargo, para la época de Elagábalo (204-218 d. C.), en cuanto a cosméticos y pelucas, un hombre ya no se distinguía de una mujer. La moda “unisex”, aunque no alentada, era medianamente tolerada por los romanos; siempre que no se pasara de la raya, y ese fue, precisamente, el límite que nuestro joven emperador siempre ignoró.
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