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lunes, junio 22, 2009

LOS OJOS DEL ANTIFAZ o el baile de máscaras del príncipe Próspero

Presentación de la segunda edición (EUNA, 2007) de Los ojos del antifaz de Adriano Corrales Arias. Este es el texto original sin "editar" para la prensa.

1. Primero el mito. Después el cuento y finalmente el cuentazo

Hubo una vez un país lejano cuyo príncipe se llamaba Próspero, y la princesa se llamaba Próspera, y la nación, por supuesto, era conocida como Prosperia. Ese país era efectivamente —y para no redundar más— una pequeña nación próspera.
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Pero un día llegaron enemigos lejanos que primero trataron de tomar a la fuerza el país, y como no pudieron, luego trataron de negociar con su clase “próspera”. (Perdón: prometimos no usar más ese término). Pero, en fin así fue la cosa. El príncipe se enteró de que venía de otros lares una terriblísima peste conocida como la Máscara de la Muerte Roja. No era necesario —como ustedes comprenderán, amigos— que tuviera máscara alguna, porque solo con llamarse la Muerte Roja, así, en mayúsculas, ya tenía aterrorrizado a todo el país. Incluso al príncipe y a su esposa, cuyos nombres, ya por muy sabidos, no pronunciaremos más. Pero a los dos les temblaban las canillas. ¡Por Dios que sí les temblaban! ¡Y entre ellos dos ya ni siquiera hubo más posibilidades de sexo! Imagínense ustedes entonces: dueños del mundo, y en la cama, no eran más que dos títeres manejados por alguien con el mal de San Vito.
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El príncipe Fulanito de Tal entonces concibió una estratagema, en parte motivada por los invasores iniciales, y en parte fruto de su propia cosecha.
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Buscó en todo su bello principado la abadía más aislada e inexpugnable y la convirtió en castillo de castillos, fortaleza de fortalezas. Nada podía entrar o salir de ese monstruoso fuerte-ciudadela sin que el príncipe, o uno de los suyos lo supiera de antemano.
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Luego vino el abastecimiento. Porque había que abastecer a un fuerte del tamaño de una ciudad medieval. Pero en lugar de admintir pobres y labriegos de la tierra, el príncipe admitió nobles, bailarines y juglares. En lugar de admitir semillas para el futuro, el príncipe admitió las más exuberabtes plantas, listas para preparar y comer. En lugar de admitir parvadas de gallináceos vivas, admitió pavos, codornices, gallinas y flamingos, todos ya muertos y listos para la mesa de su señor. En lugar de admitir médicos, albañiles y soldados, el noble admitió payasos, cocineros de alto vuelo y pajes, pinches y toda suerte de sirvientes, ninguno de ellos adiestrado en la supervivencia. Por tanto, en el palacio del príncipe... ejem... Xxx... abundaban los poetas, los actores, los músicos y los payasos para atacar el posible aburrimiento del príncipe P. y la princesa P.
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Nada se había descuidado, excepto el pueblo. Afuera de las murallas, la Muerte Roja hacía estragos y devastaba monstruosamente el paisaje.
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Para distraer a su gente de tan terrible infortunio, el príncipe ideó la salida perfecta. Planeó junto a los suyos un baile de disfraces, un baile de máscaras y antifaces que rompería el miedo convirtiéndolo en un pulsar multicolor que poco a poco se disolvería en la nada.
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Los detalles de la fiesta fueron tan cuidadosos que cualquiera pudo haber dicho que se trataba de la invasión a otro reino. Pero no. El príncipe solo quería la fiesta perfecta, y no sabía que aunque posible, la fiesta perfecta siempre costaba el trono.
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Así empezó el asalto final a Managua en el primer semestre de 1979.
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Pero el príncipe..., cabeza dura... capitán de barcos... comprador de hermanos... asambleas... Gollums... cortes judiciales... y tribunales... ... rehusaba a darse por menos. Su fiesta tenía que ser de lo mejor; es decir, debía ser un TLC: también conocido en el medio de la nobleza como una Transferencia (de bienes y soberanía) a Lo Caballo.
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Y la fiesta, lamentablemente triunfó. Fue de lo más sonado a 500 metros a la redonda (no pudo ser conocida más allá porque todo el país estaba muerto). Próspero disfrutaba de su vino blanco y los artistas conscritos hacían maravillas con sus respectivas artes. Todo fue una maravilla hasta que el impertinente hizo su asquerosa presencia.
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2. La Muerte Roja no perdona ni a su propia sangre

Cuando la Muerte Roja entró al festín de antifaces que el príncipe... eh... como se llame... ya sabemos tenía montado, lo hizo siguiendo las reglas del juego. Había que llevar máscara o al menos antifaz. Y todo el mundo siguió las reglas espléndidamente, hasta que uno de los invitados llegó vestido de aquello a que tanto le rehuían: llegó disfrazado de momia cuya gazas y cintas iban manchadas de rojo; es decir, iba disfrazado de la Muerte Roja. Tal fue la afrenta que los pocos invitados y sobrevivientes sintieron, que le pidieron al mismísimo príncipe desenmascararlo. Pero cuando este lo hizo, solo encontró el vacío más profundo. La muerte misma. Y así los nobles y sus juguetes humanos, todos cayeron, uno tras otro, encima de lo inevitable.
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Después de eso, todo fue oscuridad en el reino de los prósperos.
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3. David despierta

David es el pequeño de catorce años quien abatió a un gigante, Goliat, tenido como el mejor de su ejército. El chico lo hizo porque creía poder hacerlo; lo hizo porque, en ese momento, sí creía poder hacerlo, aún a sabiendas de que su amo y protector, más adelante, quizás se volvería contra él, como así fue en casi todas estas historias.
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Pero lo que aquí elucidamos no es el la vida de un hebreo nacido en el mil antes de Cristo, sino la vida de un criollo costarricense nacido en San Carlos a finales de los años 50. Y además, una mente muy despierta que veía, con cada retumbo del Arenal, la sangre y peste que nuestro querido Próspero venía derramando al otro lado del río desde los años 30.
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Este chico se debe educar y luego adoctrinar en el San José de los 70; un mundo corrosivamente morboso y desleal aun para aquellos que no creíamos tener nada que ver en el asunto: ejemplo: yo (quien suscribe este texto) tenía expediente secreto en la izquierda por haber llegado recientemente de EE.UU. y tener amigos tanto de izquierda como de derecha; y también tenía expediente secreto en la ultra derecha por haber llegado recientemente de EE.UU. y tener amigos tanto de izquierda como de derecha. ¿Qué cómo me enteré de todo esto? Ambos bandos de amigos me lo hicieron saber a su debido tiempo. Y la nueva Era de Paz, la New Age, todavía quiere que uno no se sienta medio paranaoico y satelitalmente acechado.

4. David se quita toda una fiesta de antifaces

David debe superar las condiciones de campesino en un San José que (por falta de información adecuada) se cree ciudad, cuando el mundo latino está lleno de ciudades de provincia que van de dos a diez veces más grandes que nuestra capital. Con solo pensar en Guadalajara, Mendoza o Bahía, ya se sabe que no está, o al menos no ha estado, en términos de ufanarse de alto urbanismo. Por tanto, nuestro muchacho debe enfrentarse al choteo urbano-campesinoide de San José.
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Su segunda prueba o antifaz es la ideología, una vez matriculado en la U. Ahí debe no solo aprender ideas nuevas sino también confrontarlas con las propias, para luego asumir una nueva dialéctica.
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Su tercer antifaz es el de la infancia. No un antifaz propiamente, sino una manera de ver el mundo que lo han de cuidar y confortar en los momentos más graves. O como dijo alguna vez un poeta italiano: la infancia es también una patria.
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Su cuarto antifaz es el de los más difíciles. ¿Ir a la guerra o quedarse en casa para contarle a los nietos, aunque sea vía satéltite, cómo fue aquel “vergueio contra Somoza”.
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Su quinto antifaz. La derrota personal. Darse por fin cuenta que detrás de cada capitán, detrás de cada Somoza viene otro Próspero, por lo que Corramos aquí— para parafrasear al maestro Donoso— un delicado velo de pudor y no se diga más del tema. Pues si el oyente quiere más, lo invitamos cínica y cordialmente a que se convierta en lector.
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El sexto antifaz. El contraste entre un fuerte café en La Habana y un friísimo vodka a las orillas del Neva, en San Petersburgo, Rusia.
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El séptimo antifaz. El reencuentro con un compa cercano del pasado y el balance, sucio y limpio de todo lo que se hizo.
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El octavo antifaz. La pasión por las mujeres cuyo nombre empiece con L. Primero Laura y Luego Lucía, personaje central en esta novela. Luego, en su novela “continuación” de esta, llamada Balalaika en clave de son, aparece Lina, para finalmente devenir en Leda, la esposa real, no del narrador, sino de autor Corrales. Y bueno, a cada cual con sus lindas perversiones. El hecho es que el joven personaje debe escoger entre el arma de fuego (nos referimos a su hermosa compañera) y la otra arma de fuego (nos referimos ahora a la que quita la vida y nunca la repone). Las consecuencias son desastrosas para los pequeños restos que le quedan de inocencia.
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5. Una novela que implosiona y se traga el Big Bang

Esta novela es originalmente anterior al Big Bang de nuestro amigo Carlos Cortés. Tanto su novela premiada, Cruz de olvido, como la de Daniela Trottier, titulada De todas las selvas, hacen, en alguna medida, historia de la guerra en Nicaragua, pero ambas se quedan de este lado del río. De ahí que yo las llame “periféricas”; no porque no toquen lo más hondo de nuestra partcipación en la Guerra de Nicaragua, sino porque sus testigos y acción tienden a quedarse de este lado, mientras que el joven protagonista sancarleño estuvo, aunque no todo el tiempo, en el mismo frente de combate.
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Y es que en Los ojos del antifaz los testigos no son ni políticos ni otros personajes de altura, por lo que deben cruzar la frontera de un lado para otro constantemente. Ellos no están tomando whisky en San José o Liberia planeando estratagemas, sino que están en medio de un conflcto armado, de una guerra, y aquí es donde la Máscara de la Muerte Roja los puede alcanzar más rápidamente. Porque sépase que el príncipe Próspero de Nicaragua y el príncipe Feliz de Costa Rica o el príncipe Daños Colaterales de EE.UU. siempre son los últimos en poner la sangre; aunque quienes los persiga sea precisamente La Muerta Roja que ellos mismos han desatado.
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6. Y David sobrevive, pero no Goliat

Una vez pasado lo peor, el personaje ya es otro y el mundo en que vivía también es otro. Por tanto nos encontramos ante una bildungsroman, es decir, una novela de aprendizaje, como lo es El joven Törless de Musil o Marcos Ramírez de Calufa. Las tres novelas se refieren más a la pérdida de la inocencia que a la pérdida de la identidad, pero ambas cosas suceden un poco. El David pos-Próspero, lo mismo que el David pos-Goliat, ya no tienen otra alternativa más que ser un nuevo ser humano.

7. La genialidad de muchos compositores y su misma humildad

Cuando Anton Bruckner estrenó su cuarta sinfonía, el efecto fue tan negativo que hasta varios de sus propios amigos salieron de la sala antes de que la sinfonía acabase. Esto hizo que el maestro siguiera corrigiéndola hasta su mismo lecho de muerte. Hoy día, la Cuarta y la Novena sinfonías de Bruckner son sus obras maestras.
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Beethoven pasó un trance parecido. Solía despertar a su pajecillo a las dos de la mañana de un verano vienés ¡para que le consiguiera agua con hielo! Una vez logrado el milagro de cumplir el encargo en un mundo donde todavía no existían ni la electricidad ni las refrigeradoras, el maestro tomaba la jofaina de agua helada y se la vertía entera sobre la cabeza. ¿Propósito? Seguir trabajando, o mejor dicho, seguir corrigiendo.

Cuando el genio de Bonn falleció, sus allegados encontraron entre sus papeles más de 200 finales distintos para su Novena sinfonía.
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Los mismo los fotógrafos que, obsesionados por un tema, sacan mil o más fotos sobre lo mismo hasta lograr la imagen perfecta. Igualmente los pintores en sus series inacabables o los actores, que con cada presentación van refinando cada vez más la obra que tienen puesta en escena.
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Entre los escritores buenos (Honorato de Balzac, Reinaldo Arenas, Vicente Aleixandre) esta ha sido una práctica humilde y obsesiva.
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En Costa Rica, sin embargo, reescribir una novela, o pedírselo a su autor, es un insulto de lesa humanidad contra el “maestro” o “maestra” de turno. Pero hay quienes lo asumen libremente y entonces logran pasar de una novela mala a una novela buena.
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Ese fue el acto de humildad literaria de Adriano Corrales que yo —como colega— más respeto. Sacó la edición del 99 de las nubosidades de la ingenuidad, el desbalance estructural y el cliché morbosamente tonto, hasta elevarla al rango de un trabajo no solo respetabilísimo en su calidad sino que también le agregó nuevos recursos para enriquecer la experiencia del lector. Cierto que persisten algunas consignillas que son obsesiones políticas del autor, pero no maltratan ni afean mayor cosa la calidad del conjunto.
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Entonces no es solo la crónica histórica (algo que ahora está de moda para salvar a los malos escritores del anonimato, caso omiso de la brillante Tatiana Lobo). Sino que también es un trabajo escrito con madurez y seriedad artística.
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La crónica histórica está muy bien y es muy necesaria, pero cuando esta se especializa en encubrir un mal oficio o mala escritura, es decir, mal ARTE LITERARIO, entonces sale sobrando.
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Y San José, lamentablemente, ahora está flotando en buenas crónicas que a la vez son pésimas novelas. Ojalá a Adriano Corrales no se le ocurran cosas como San Carlos Swing, Alajuela Salsa, o peor aun, Barrio Amón Reguetón, porque el día que lo haga, me veré obligado a ignorarlo en las presentaciones como esta.

Muchas gracias.

Alexánder Obando
5 de agosta de 2007.

8 comentarios:

Alexánder Obando dijo...

ESTIMADOS AMIGOS:

DEBIDO A UN DESPERFECTO TEMPORAL, SI USTED ENVIÓ COMENTARIOS A ESTE POST ANTES DE LAS 11:15 A.M., NO FUERON RECIBIDOS. PERO EL PROBLEMA YA ESTÁ RESUELTO, ASÍ PUES, DEJE EL MENSAJE QUE GUSTE.

GRACIAS.

depeupleur dijo...

Esta es una lectura que debo. "pasar de una novela mala a una novela buena" esto me pareció interesantísimo, lo ideal sería leerse ambas y ver en que consiste la mejora o modificación y por qué. Cuando me la lea cuelgo la reseña.

Guillermo Barquero dijo...

Álex, qué buena forma envolvente de presentar un libro, qué buena aparente fragmentación para llegar al quid del asunto: una novela puede ser política o poli-tica, eso no importa, lo que manda es el trabajo que se haga con el material que es la realidad y la historia. Enhorabuena que Adriano haya reescrito una novela que, según leo (no he leído ninguna de sus ediciones), merecía la pena.

Gustavo Adolfo Chaves dijo...

Maeee... Dejo constancia de que los tres señores que comentaron justo antes de mí (incluido el autor de esta prosperidad textual) son los culpables directos de que yo no haga mi tarea... Cómo lo ponen a leer a uno...

Germán Hernández dijo...

Un poco añeja la reseña... pero yo quisiera destacar que Balalaika en Clave de Son es a mi criterio el mejor trabajo hasta la fecha de Adriano Corrales. Estéticamente más compacta, donde la simultaneidad y la introspección de los personajes está más fina y sutilmente lograda, donde todo se cohesiona, en fin... un logro para la narrativa nacional.

Luissiana Naranjo dijo...

Interesante esa capacidad de renovar un escrito, de maquillarlo como debía ser, como quiere respirarlo de vuelta el autor... poco se ve en estos lares. Gracias por motivar nuestra curiosidad al respecto.

Warren/Literófilo dijo...

Big Brother, ¿puedo bostezar? No sé pero me da pereza textos así, sinceramente estimado Alex, prefiero fragmentos de el más violento, ;). En fin.

Alexánder Obando dijo...

Juan, Sentenciero, Luissiana y Gustavo Adolfo:

Yo acepté presentar esta segunda edición precisamente por el cambio de rumbo, el notable golpe de timón que Adriano le supo imprimir. Con ello confieso que la primera edición no era ángel de mis votos, pero el trabajo de reescritura estuvo a la altura y se rescató un novela que bien lo merecía.

Guega:

Endoso todo lo dicho por vos. Desde el punto de vista literario "Balalaika en clave de son" es un trabajo más maduro y más "literario". Sin embargo, pienso que Corrales, como escritor, logra su mejor trabajo en su novelística, por lo que bien vale una segunda mirada, aunque sea tres o cuatro años después.

Warren:

Littlr Brother, claro que podés bostezar. Para eso estamos. Te voy a contar un secreto pero por favor no lo divulgués: a mí también me gusta leer fragmentos de "El más violento paraíso". ;)