Despidiéndome de Costa Rica, junio de 2010. De izq. a der. Óscar Fernández, María Morales, Meritxell Serrano, Cecil Gaspar, Juan Hernández, el conde Sören Vargas y Alexánder Obando.
(Foto de Karla Fernández.)
Preguntándome esta noche cuál es o ha sido el secreto más grande de mi vida debo recurrir a un examen de historial (que no de conciencia). Lo hago con el afán de limpiar la mente de ciertos secretos persistentes y de poner a prueba lo que otros piensan de mí y de sí mismos en tanto se autodefinan como escritores.
Primero, supongo, ser homosexual. Fueron muchos años de clóset pero finalmente encontré la llave y salí de ese claustro. Sin embargo, antes tuve que empezar a curarme yo mismo de la homofobia y salir cuando ya iba superando esa horrible enfermedad. (Recuérdese que en mi época, el único programa para homosexuales y lesbianas se llamaba IT GETS WORSE, BECAUSE YOU'RE GOING TO HELL). Pero luché. Y como resultado final obtuve el diplomado de Playo decentemente ajustado a su vida de "diferente". Y digo "decentemente" porque en la realidad nunca se supera el hecho de ser diferente.
Recital del Taller Eunice Odio en 1986. De izq. a der. Alexánder Obando, José Gabriel Sánchez y Francisco Mata.
(Foto de Luisiana Naranjo).
(Foto de Luisiana Naranjo).
Escribía ayer mismo en Facebook que el comentario (¿machista?) de Carlos Cortés en La Nación de este domingo (sobre Yolanda Oreamuno y la novela de Sergio Ramírez) posiblemente tenía algo que ver con la propia naturaleza física de Carlos, digamos el no ser muy "agraciado". Pues lo dije porque yo mismo conozco bien el estigma. No es fácil ser un obeso bizco y homosexual en un mundo de heterosexuales delgados y de ojos rectilíneos. Y para todos nosotros, -feos o no- tampoco es fácil lidiar con la belleza de algunes. Todavía más si la deseamos con ardor.
Por tanto la diferencia física y de orientación sexual no se supera, al menos de momento, aunque sí se aprende a vivir con tales diferencias. Pero aclaro que esta no es una negación de la posibilidad de adaptación a ser diferente. Lo que digo es que la diferencia no desaparece... HAY QUE VIVIR CON ELLA.
Y esto me lleva a otra diferencia cardinal que ya ustedes conocen de mí porque muchos la comparten, me refiero a escribir.
Cuando en un momento de mi vida me topé con la realidad de tener que optar entre dejar de escribir o dejar de estudiar, el mundo entero se me cayó encima. Estábamos en los años 80 y yo era profesor de escuela privada, alumno de la UCR y escritor de madrugadas. Pero se me agudizó el problema de la vista y tenía que soltar una de las tres actividades. No podía entonces soltar el brete porque me moría de hambre. Tampoco podía soltar la escritura porque entonces me moría de espíritu, por lo que tuve que dejar de estudiar. Me dolió profundamente ver a mis amigos de generación y aun menores seguir adelante sin mí. Pero ese era el precio de Dionisos. No sé otres escritores, pero para mí dejar de escribir significa perder identidad. Porqué son precisamente las "diferencias", como ser escritor, lo que me da identidad. Los problemas de salud, la obesidad, el sentido de humor chabacano (cuando no sutil ☺) ciertas ciencias "ocultas", la pasión por la historia, la efebolatría y la obsesión religiosa por la literatura son las cosas que me hacen Alexánder Obando. Es decir, no existe un Alexánder Obando delgado, buguita y amante de los carros deportivos. Se puede llamar así, pero no soy yo.
Presentación de la segunda edición de El más violento paraíso, febrero de 2010. Con mis editores Guillermo Barquero y Juan Murillo.
Y esto me lleva a la diferencia más oculta. La que muchos compartimos pero no lo decimos.
En febrero de 1995, dos meses antes de sufrir el primer colapso nervioso (tuve otro diez años después) empecé a escribir El más violento paraíso. La realidad literaria de repente se me hizo tersa y fluida, como cuando una seda te recorre las manos. Yo escribía al son de música clásica o industrial; ponía los dedos sobre el teclado, hacía la cabeza para atrás a lo Franz Liszt en arrebato y empezaba a teclear casi como si tocara un piano, dejando que el tema y las palabras afloraran sin ningún análisis u objeción. No dejaba que nada me detuviera, salvo un momento para tomar vermut (que siempre tenía al lado) y ojear la candela aromática que ponía a la par de la compu junto a la botella. Meditaba un segundo en la música y el vermut y seguía escribiendo dejando que el subconsciente tomara su rumbo. No era sino horas después, cuando ya había terminado el texto que me dedicaba a analizarlo con detenimiento. El resultado casi siempre necesitaba de mucha corrección, pero lo importante para mí en aquellos momentos era usar la música, la vela aromática y el vermut como "puentes" hacia la espontaneidad total, una inspiración que con el tiempo se acomodó más a mis circunstancias. Ya toleraba la presencia de otros cuando escribía, toda vez que no hablaran mucho, y también me cuidé más del vermut pues si se me pasaban las copas, perdía toda posibilidad de improvisar con inteligencia. Así, poco a poco el ritual se fue refinando hasta que finalmente comprendí lo que pasaba. Me sentía acompañado y asesorado por alguien a la hora de escribir. La sensación es casi imposible de explicar objetivamente sino a través de tropos vagos. Sentía que alguien estaba en el sillón contiguo a mi mesa de compu y me iba dictando el texto. Una sombra que no era sombra porque no se veía pero que estaba ahí. Alguien o algo que sabía de mis deseos y de mis luchas interiores como escritor. Alguien que ya había entrado en mí y que ayudaba con lo mejor de su propio oficio. Al principio me asusté mucho y decidí dejar el vermut (y otros estimulantes que por ahora no menciono) para ver si eran delirios de alcoholismo, pero a pesar de la mini ley seca que me impuse, el fantasma, la persona, la sombra que dictaba a la hora de escribir nunca faltaba a la cita con este escritor.
Este es el tipo que estaba escribiendo El más violento paraíso en 1996. (Otra diferencia de este individuo es el color oscuro que a veces toman sus párpados. En el cole tuvo que darse de pichazos para imponer la verdad de que no usa maquillaje).
Siendo conocedor de algunos oficios ocultistas, me decidí a "atrapar" aquella presencia. Trabajé intensamente con el tarot en estados de semi embriaguez (mi mejor momento para esos trances) y consulté con profesionales en el campo. Hubo sesiones exploratorias y mucha especulación, pero solo una cosa saqué en claro: yo no era el único escritor que había sentido o "vivido" algo así. Parece que a un buen porcentaje nos pasa y de hecho me encantaría verter aquí una lista de los literatos nacionales que han pasado por tal faena, pero sería un grave error. Los expondría al ridículo costarrisible como ahora mismo me estoy exponiendo a mí mismo. Pero bueno, el fin de esta entrada era hablar de este secreto compartido por tirios y troyanos en el ámbito literario. No sé si se debe a una precaria salud mental de parte de poetas y narradores o en verdad tocamos otros mundos con la sensibilidad y la intuición.
La presencia de que hablo siguió acompañándome durante la escritura de El más violento paraíso, de Canciones a la muerte de los niños y de buena parte de Flautista a las puertas del amanecer. Luego parece haberse ido a partir del 2007. Estuvo conmigo un total de doce años.
Ya intuyo con mayor precisión qué o quién fue que me ha acompañado todo ese tiempo. Me queda claro que quería compartir su talento con el mío porque le gustaba lo que yo tenía que decir. Y para más señas, esa sombra o persona está en El más violento paraíso. Aparece con nombre y apellido en seis o siete capítulos del libro. Siempre quedaré intensamente agradecido por su aporte.
Ahora bien, puede que simplemente sea locura mía, producto de los psicotrópicos que me han recetado ya casi 20 años o producto incluso de alguna enfermedad mental congénita. Tal vez tiene que ver con la caída que me dí en el María Aguilar (por jugar de Supermán) cuando tenía seis años y me partí la crisma. Podría deberse al tétanos que me quiso entrar en esa ocasión o los tres días que pasé luego en el hospital. Podría deberse a tener amigues y familiares que practican cosas que algunos llaman "magia" o podría ser culpa de esa fúlgida magia negra llamada literatura. Pero cualquiera que sea el caso, hay algo de lo que estoy plenamente seguro: si esa sombra me acompaña algún día de nuevo para escribir otra novela a su gusto, será completamente bienvenida.
Para nada me importa hacer el ridículo si con ello logro escribir bien.
Primera portada de El más violento paraíso, 2001.
37 comentarios:
Totalmente identificada, conozco de esos fantasmas y hay que dejarlos ir y llegar cuando quieran(sonrisa)más si producen!!
Y sobre débiles apreciaciones de lo que somos, la sociedad las impone, mientras como dices se viven y aprenden a vivir con ellas.
Me encantó este texto confesional, honesto como debmos serlo cuando escribimos, abrazos
Álex, egoístamente puedo decir que me alegro de que dejaras de estudiar. Gracias a ello, parece, hoy tenemos tu literatura. Nadie se acuerda nunca de los títulos y también sabemos que no aportan mayor cosa, excepto que la persona que los obtenga se cultive por otros medios.
Gracias por estas confesiones.
Saludos
Álex, esto no es para nosotros, esto es una invocación mágica (supongo que así las hacen los escritores magos, por escrito y publicamente) a tu deidad tutelar.
Yo en lo particular nunca le he hecho al toque Ghostbuster y soy un escritor decidiamente laico. Creo que si algún espectro flota sobre mí cuando escribo debe ser para sugerirme temas y formas equivocadas, una especie de poltergeist literario, digamos, menos interesante que tu muchacho del sillón oscuro, el mío sería como un gremlin que se sienta en mi hombro y se ríe de lo que escribo.
Esas sombras o fantasmas, formas del río de la vida que nos permiten profundizar en lo que llamamos escritura
No creo, Alexánder que esas confesiones como vos las llamas, sean risibles y menos que tengas algún día que arrepentirte. Me parecen sinceras, seria y sobre todo profunas. Tampoco noto un reproche a nadie ni nada; más bien creo que obedecen a un imperativo tuyo, algo así como una necesidad existencial por comunicar eso y sacarte desde lo más profundo ese tapujo que posiblemente ahora te permita respirar con má serenidad. Lo que algunos entendidos llaman catarsis y eso de vez en cuando es necesario y aporta cosas positivas a nuestra existencia. Es admirable tu franqueza y no se intuye reclamo alguno, ni resentimiento sino complacencia con lo que has hecho y agradecimeinto con ese fantasma que te acompaña cuando escribes o te acompañaba y que algunos llaman como Homero musa, dionisio y que con mi modesto conocimiento yo suelo denominar como "conciencia" la que gobierna y dirige el cerebro pero que pocos ven. Saludos.
Hi Mosca
Supongo que sabes quien soy con solo dicho saludo.
En 35 años de conocerte y ser tu amigo siempre fuimos adictos a las cosas extrañas. Recuerda que tu casa tenía particulares vibras que captábamos en nuestros desloques adolescentes. Como buen dionisíaco, tenías que estar poseído para brillar. Empero, sin ese espectacular brillo literario, siempre fuiste y serás mi AMIGO, quien tuvo una gran influencia en el curso de mi vida. Brindo por los viejos tiempos de la Real Academia de los Escritores...bueno, no me acuerdo que seguía. Eran aquellos tiempos en el apartamento de 4 Reinas.
Cuídate, ojalá vivas mucho y bien, para que sigas siendo un agujero negro en esta maldito mundo.
Tu amigo a la distancia, sí, yo: FERCA.
Hermosísima entrada. Pero lo que más me asombran son las fotos, porque Dionisios también ha de haberse guiado por ellas, ya que es un dios de la sensualidad. Así que creo que él te redime de todas las anteriores.
Un abrazo Álex, sincero y profundo.
Por estos lares, la gente dice: Je m'asume et c'est corrrect". Es lo que estas haciendo y C'est correct!!
Estmadísimo Alexánder amigo:
De cabo a rabo leída tu confesión con la vida, esa amable autoaceptación por ser diferente a la mayoría: aunque ya cada uno, “homo” o “hetero”, es diferente, único. Mas la estética que impone sus paradigmas o parámetros de belleza, es un maniquí cruel y cambiante, y solo sirve para los catálogos y las pasarelas de ese submundo despreciable. La vida real es más noble con nosotros, los seres que no descollamos según esos cánones impuestos y absurdos.
Sobre tus fantasmas o presencias, qué puedo decir que ya no sepas! Ese es vuestro ángel para profundizar y usar esas grandes capacidades desaprovechadas por casi todos. Solo el talento puede acercarnos a ellos). Él no se ha ido, va en ti en un estado de suspensión, cuestión de ciclos, como todos los seres o entidades en el cosmos. Despertará, no lo dudes, cualquier año de estos. Solo descansa tras 12 años de energizarte con ganas.
Abrazos fraternos en Amistad y Poesía verdaderas,
Frank Ruffino.
Palabras de un escritor maduro. Cada uno de nosotros tiene sus fantasmas, aunque les llame musas, el viento jugando con el techo, luces de la ciudad entre mezclándose, qué sé yo...
Es muy reconfortante saber que uno no está uno solo. Que hay otros como uno, misma sangre, misma alma. Gracias, mi querido Alexánder. Y sobre esa presencia... te confieso que yo experimento lo mismo, sólo que no es una, son varias, y las llamo. A veces, y sobretodo, después de que Gustavo Solórzano, mi amigo de la infancia, me regaló una tal novela titulada igual que una obra de Mahler, hay un hombre regordete y canoso, de sonrisa tímida y voz reposada que, con una rara ternura, me cuenta historias de amor, que apenas puedo recordar.
Es muy reconfortante saber que uno no está uno solo. Que hay otros como uno, misma sangre, misma alma. Gracias, mi querido Alexánder. Y sobre esa presencia... te confieso que yo experimento lo mismo, sólo que no es una, son varias, y las llamo. A veces, y sobretodo, después de que Gustavo Solórzano, mi amigo de la infancia, me regaló una tal novela titulada igual que una obra de Mahler, hay un hombre regordete y canoso, de sonrisa tímida y voz reposada que, con una rara ternura, me cuenta historias de amor, que apenas puedo recordar.
Álex, encantado con este texto. Un abrazo enorme.
Creo que ese espíritu oscuro también atravesó una infancia propia, que se hizo evidente, al hacer una visión retrospectiva, en tus iniciales obras, muy bellas que lamentablemente "perdiste". ¿Las recordás? La ciudad submarina, La esposa eterna, Bambino y, por supuesto, Natanael. Esta última inacabada pero sin demeritar por ello la belleza que se vislumbraba en dicha obra. Juvenil, sí, pero genial. Y me gozo en el placer de haber leído tu Ciudad Submarina y su misteriosa belleza y calidez.
Estimado amigue Alexánder:
Hoy cerca de las tres de la madrugada desperté sudando e inquieto tras una pesadilla. Tal era que leía, no sé por qué medio, un comunicado donde anunciaban el fallecimiento de Alfonso Chase (espero me haya adelantado al futuro un poco lejano: 15 ó 20 años más para D. Alfonso!). Jolines: luego volví a dormir y apareció Chase con un Chamán que lo tomaba de la mano, fondo de música de primitivos tambores y cadencias, y ante ellos una pared de niebla a la cual se iban adentrando hasta desaparecer, lo mismo que los sones primigenios disminuían junto con la niebla hasta esfumarse todo: los dos hombres, tambores y niebla. Algo muy excitante esa visión, mas inquietante. Ahora vengo en la mañana y encuentro tu correo y me dio un vuelco el corazón (qué dicha, solo eran tus respuestas a nuestros comentarios!).
Disculpa, amigo, no deseo alarmarte, solo te cuento. Espero estés bien por La Mirada.
Abrazos,
Frank Ruffino.
De entrada, no me parece lo mismo decir “Las musas me inspiran” que “La musa escribe”. No digo la construcción de esas frases, sino su sentido. En algún momento uno opta por una o por la otra, para empezar a hablar del sentido de la escritura. Me parece que Alex escogió “La musa escribe”. No es poca cosa, si se acepta que implica rechazar “Las musas me inspiran”. Muchas cosas me pueden inspirar la escritura, en verdad: los dioses que hablan en los sueños, la misteriosa mujer de los románticos, el ajenjo modernista (el vermutcito…), hoy tal vez sería el cuerpo y sus sensaciones, eso está muy bien; pero no cualquier cosa escribe. Por eso me parece que de los comentarios anteriores, el que más cerca está de lo que dice Alex es Juan, no como fenómeno de la conciencia sino como aparejo de la escritura; para nada encuentro menos interesante su poltergeist literario que el muchacho de Alex.
No me interesa tanto entrar en el detalle de lo cuenta Alex como eventual fenómeno de la percepción o de la conciencia, no podría hacer el menor juicio sobre eso, solo quería hacer énfasis en que el tema que toca no es cualquier tema menor en Occidente. Leía hace poco “Nacimiento del sujeto”, de Alain de Libera, y me enteré de que la pregunta “¿Quién piensa?” es datable en Occidente, entra con los averroístas, que no responden “El hombre piensa”, sino “El intelecto piensa”. La cuestión aparece consignada en Nietzsche (“Es denkt”, '[eso] piensa', '[se] piensa'), Heidegger, Foucault (“¿Qué importa quién habla?”, la pregunta por el autor), añado a Lacan (“ça parle”, 'eso habla'). No es cualquier problema. Algunos escritores se lo plantean en su escritura. Otros no. Es lo que me dejó pensando tu entrada, Alex. Un abrazo.
Alex amigo:
Disculpa mi comentario de ayer (ni yo mismo lo entiendo!, por eso lo borré). No debo dejar nada así, ensopado de alcohol.
Abrazos,
Frank.
Gracias, luisiana. Es cierto, esas sombras son libres siempre. Lo único que nos queda es la honestidad ante nuestros lectores.
Asterión, fue una buena decisión escoger la literatura sobre la profesión. Solo que vivir von lo que ahora me toca de pensión cuesta mucho. Pero bueno, ese ya es otro tema.
Luisiana:
Muy cierto. Son difusas las apreciaciones que la sociedad tiene de les escritores y lo mismo se puede decir de les escriotres con respecto a sí mismes.
Asterión:
Yo también me alegro, aunque el precio ha sido alto y se siente más ahora que entonces.
Juan murillo:
No es un muchacho (¡qué más quisiera yo!) pero dichosamente tampoco es un gremlin, aunque a veces llegan y los hp me hacen hasta cosquillitas en la barba.
Esa definición mística me gusta, Mauro. Gracias.
Es cierto, Benedicto, el efecto catártico es fuerte. Y se logra a través de la antropormorfización de fuerzas interiores, imagino.
Don Guiller de Fercanstel:
Todavía recuerdo aquellas tardes de colegio en que nos sentábamos en los sillones de la sala, uno frente al otro, y nos poníamos a escribir solo deteniéndonos de vez en cuando para leerle al otro las pocas líneas escritas o para preguntar por algún adjetivo. Tiempos en que soñábamos ambos con ser escritores y tener como novio al chiquillo más bonito del cole. tardes de Mozart y Chaicovski en que se cimentó nuestra amitad para siempre.
Pocas veces sufrí tanto como cuando colgaste la pluma (literaria) pero despúes comprendí que la vida de cada individuo es diferente y que siempre llevará por distintos derroteros.
Aun así, la amistad queda y se enriquece con el tiempo.
Conde Sóren, gracias por el voto de confianza, aunque no entendí bien lo de "Así que creo que él te redime de todas las anteriores". Pero no importa. Abrazo.
Iris, creo que en la vida lo más digno que se puede hacer es asumirse. Gracias por pasar por este barrio.
Frank:
Gracias por las palabras de tu primera aportación. Y en cuanto a la segunda, pues me alegro de que no se trate de Alfonso tanto como a vos. Todos esperamos que nos sigua brillando con su intelecto durante mucho tiempo.
En cuanto a lo tercero, el comentario para E.U., la experiencia me ha enseñado que es indispensable tener la compu apagada si uno tiene la botella ya descorchada. Porque si no quedarán cosas grabadas que tal vez fuera mejor no escribir.
Abrazo.
Geovanny:
Concuerdo plenamente: cada escritor tiene sus propios fantasmas.
Luis Antonio:
Ese era en parte el propósito de esta entrada: reconocernos como almas semejantes que pasamos las mismas secretas experiencias. Y no porque seamos especiales, sino porque la literatura es algo especial que nos atraviesa en alma y cuerpo. Nos transforma hasta entrar en contacto con cosas que antes no conocíamos. Llamale demencia. Llamale tercer ojo. Es algo diferente y está ahí para bien o para mal. No importa.
Sentenciero: me alegra que te encantara el texto. No sé cómo será tu experiencia, pero yo siento que la literatura cambia la mente de quien la ejerce. ¿Eso es bueno o es malo? No lo sé. Y a este nivel de intoxicación con las palabras, ya no importa.
Ferca:
Estás mencionando trabajos que se fueron en un pira funeraria en 1983. No confiaba en la calidad de nada de lo que había escrito hasta ese momento (ocho años de trabajo juvenil).
Hoy me pregunto si algo se pudo haber rescatado y mejorado.
En fin...
Esteban, primero que todo debo confesar que me alegra mucho ver que Frank se disculpara "motu propio" con vos. Luego me alegra ver tu reacción deferente al eliminar vos mismo tu entrada de reclamo. Y bueno, ahora me toca a mí. Me disculpo por subir un comentario que debí haber filtrado.
Al reflexionar por qué lo dejé pasar, pienso que fue por ver (leer) tu reacción. Ver de qué manera rebatirías tales palabras. No calculé que tu sensibilidad se resntiría y que en el fondo, el comentario no era más que un insulto.
Y ahora, doy vuelta de página.
Efectivamente, "la musa escribe". No es que ella me inspira o me da toquecitos de aprobación o desaprobación. Es que ella escribe a través de mis dedos.
Esa es mi forma de describir lo que siento cuando entro en "high gear" y el entorno se me empieza a difuminar. Los procesos mentales son distintos y la percepción pasa a otro nivel que no puedo explicar. "Ella está aquí", es lo único que alcanzo a... ¿racionalizar?
Y solo dos cosas me son claras: que esa "musa" está presente en esos momentos y que otros escritores sienten o asumen un proceso similar. Solo eso.
"Una sombra que no era sombra porque no se veía pero que estaba ahí. Alguien o algo que sabía de mis deseos y de mis luchas interiores como escritor. Alguien que ya había entrado en mí y que ayudaba con lo mejor de su propio oficio". Me encantó esa parte. Yo tengo una sombra también. ^_^
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