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sábado, marzo 02, 2013

"HIPERIÓN" Y EL LECTOR... ¿IMPACIENTE?

MARTE los ojos de Burroughs, Wells y Burton.

Hay buenos lectores asediados por literatura de poca calidad. Pero lo opuesto es también muy frecuente.

En Amazon hay más de 500 reseñas de lectores sobre la novela Hiperión de Dan Simmons. Mientras la gran mayoría (más de 400) la consideran una gran obra, un trabajo monumental y un parte aguas histórico, o alguna otra loa semejante, hay también algunos lectores que se sienten muy defraudados con el texto.

Los detractores ven en el ella un trabajo lento, aburrido y falto de acción (esto último lo explicaba un comentarista aduciendo que el trabajo tiene "demasiadas descripciones", recordándome así al papanatas emperador José II cuando en la cinta Amadeus le dice a Mozart que su nueva obra tiene “…too many notes”). Y es que la descalificación de una obra a manos del todopoderoso lector a veces se hace no desde la suficiencia de un lector bien entrenado (es decir, que lee mucho y lo hace de manera crítica) sino de uno bien  acuartelado en los prejuicios del género o estilo que prefiere como lectura. Y esa es la paradoja con que nos encontramos día a día: un lector de ciencia ficción, terror gótico o fantasía que es, punto por punto, un lector más conservador que el lector promedio de literatura “realista”. Esta contradicción se refleja muy bien en los lectores de género que desautorizan obras literarias de su campo por “no ser verdadera” ciencia ficción o fantasía o lo que fuere que estén leyendo. Para ellos las reglas son tan rígidas que si el autor omite explicar el origen científico de un virus o aparece algún monstruo galáctico un tanto gratuito el texto para ellos entonces pasa —automáticamente— de ser ciencia ficción a ser fantasía de la más sospechosa blandenguedad.

Volviendo al lector que acusa a la novela Hiperión de tener demasiadas descripciones, no puedo estar en desacuerdo con esa sentencia, aunque sí con su “por tanto”. Efectivamente es una obra literaria que abunda en bellas y muy poéticas descripciones, desde la música que sube por el gran acantilado, pasando por la gigantesca “basílica” y llegando hasta la muy precisa y altamente plástica descripción del monstruo llamado el Alcaudón[1]. Es decir, son precisamente estas descripciones de las que se queja ese comentador en Amazon, lo que hacen de Hiperión una novela de importancia literaria. Porque habrá quizás que decirlo múltiples veces: literatura no es lo que nos espera en la última página del libro sino lo que sucede (o no sucede) mientras vamos leyendo.

No hay duda que en la literatura temática[2] el argumento, el guion o la trama (llámelo como usted quiera) es casi siempre de vital importancia, como se evidencia en la delicada y cuidadosa construcción del tema que es indispensable en muchas obras de terror. Y sin embargo, eso no es lo que me hace el Drácula de Stoker o el 1984 de Orwell memorable, o mejor dicho, más memorable sino el conjunto de los dos factores: una trama memorable y un lenguaje memorable. Esa sería la diferencia entre ciencia ficción de bolsillo (pulp sci fi) y una novela de Philip José Farmer o Edgar Allan Poe.

Y así, la literatura que a veces exige más imaginación y más virulencia de las sinapsis neuronales es a veces, para vergüenza de quienes amamos los temas que ella abarca, una de las literaturas más atrabiliarias por la exigencia insistente de su público meta de guardar los preceptos de “la tradición”.

La ciencia ficción, la fantasía y el terror no solo deben presentar nuevos temas a sus lectores sino además nuevas formas de expresarse, nuevos recursos formales y nuevas tendencias de escritura. Sino, podría quedarse en lo que es hoy la ciencia ficción costarricense: una copia de lo que se hacía en los Estados Unidos en la década de los ochenta.

Alexánder Obando
La Mirada, 2 de marzo de 2012.


[1] Quien me haya seguido hasta aquí habrá notado que estoy citando únicamente la primera tercera parte del libro. Efectivamente, solo he leído las primeras 150 páginas, pero ese es exactamente mi punto: no tengo que esperar llegar al final del libro para que se produzca “la Literatua”.
[2] Prefiero este término al de “genero” que, para mí, se refiere más exactamente a la forma.