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domingo, diciembre 20, 2009

CRETA Y LESBOS, LAS ISLAS MÍTICAS, y un cierto arquetipo de Platón (Una historia sin final feliz)



Zeus, padre de los dioses olímpicos, se enamoró de un jovencito llamado Ganimedes [1], príncipe de Troya, hijo del rey Tros y de la ninfa Calírroe. No pudiendo contener más su pasión, el Padre de los dioses se lanzó a la cacería y asumiendo la forma de una águila gigantesca secuestró al chico una mañana en que este se encontraba pastoreando en las colinas cercanas a su hogar. En virtud del alto rango del muchacho, Zeus se vio compelido a resarcir a Tros con una vid de oro (obra de Hefestos) y dos bellos corceles. Así nació lo que la historia occidental conoce como el caso más sonado de pederastia en la antigüedad. Sin embargo, esta versión, la más común hoy día, no era la que estaba en boga en el 400 a. C. Los griegos clásicos no cesaban de afirmar que la homosexualidad, viérasele como se le viera, era un producto original y exclusivamente cretense (a pesar de su éxito posterior como moda sexual en todo el mundo heleno). La leyenda que ellos narraban daba al Padre de los Dioses un papel más comedido, donde solo se limitaba a ordenar al rey Minos que tomara al adolescente como su amante. Así pues, Minos secuestra a Ganimedes, recompensa a Tros con obsequios y se lleva a su nuevo amiguito para Creta donde vive felizmente con él. El mito no cuenta cómo reaccionó Pasifae, esposa de Minos, ante todo esto, pero es más fácil imaginársela engañándolo con un toro a partir de las múltiples infidelidades del rey.

A pesar de ser Creta la cultura madre de los griegos de Perícles y Solón, la isla gozaba en su época de muy poco prestigio entre los helenos. Los cretenses eran tenidos por concupiscentes y borrachos, amantes del sexo con muchachitos y perezosos en el habla. Todo era probablemente cierto, pero hay que decir a su favor que estos términos también definían a buena parte de la población griega rural. En Arcadia, Tracia y Beocia la situación no era muy diferente. Por eso, cada vez que un ateniense se metía en líos por andar en romances con un chico, culpaba a los pobres cretenses, que es bueno decirlo, no tenían nada de culpa en el asunto. Para los hijos de Creta, las relaciones humanas eran más naturales y espontáneas que en la rígida y pomposa Atenas. Si un hombre se enamoraba de un muchacho de 12 o más años, los padres recibían de él una especie de “aviso de rapto”, y el día convenido se presentaba en la casa de sus suegros para ser cuestionado por estos. Si se le consideraba un pretendiente digno de su hijo, el hombre se llevaba al muchacho y desaparecía con él a vivir en el bosque durante dos meses completos. A la vuelta, el adolescente debía traer consigo una copa, una pieza de armadura y un buey [2], prueba de que la relación estaba consumada. Los atenienses, por su parte, veían esta costumbre como bárbara y primitiva porque para ellos el hombre debía seducir al chico por medio de la palabra [3], y luego, si el muchachito se dejaba seducir, debía ser como sacrificio en “agradecimiento” a las atenciones y enseñanzas del hombre, es decir, la paideia en todo su esplendor. El muchacho debía mantenerse de pie, no ver al hombre directamente a la cara y no permitir jamás el sexo anal. (Si lo hacía, corría el riesgo de perder su ciudadanía, es decir, su condición de “hombre [4]). El pobre amante debía satisfacerse interfémora y no esperar del chico ningún otro tipo de retribución. Las leyes atenienses en este sentido eran tan rígidas que un historiador contemporáneo ha comparado a la Atenas clásica en su conducta sexual con la Inglaterra victoriana. Y lo que es peor, este código de conducta ciudadana para los hombres y muchachos refleja, con toda claridad la profunda misoginia de los atenienses. Para ellos el sexo anal era conducirse como una mujer, es decir, “como un ser inferior”; mientras que en el caso de los cretenses —hay que recordarlo— había todo un sustrato cultural prehelénico donde las relaciones humanas parecían haber sido mucho más igualitarias. Algunos antropólogos contemporáneos afirman, incluso, que la mujer cretense tuvo una posición de poder en su sociedad. Por esta razón los cretenses no veían con mala cara el sexo anal entre hombres, precisamente porque no había prejuicios en su cultura contra lo femenino en el eros, ni contra lo femenino en general.

Platón padecía de sentimientos de culpa por su homosexualidad. En el Fedro trata de justificar las relaciones con sus alumnos por medio del mito de Ganimedes, pero más adelante, en Las Leyes, fustiga la sodomía llamándola “un nefasto invento de los cretenses”. Esto no habría tenido mayor trascendencia de no ser porque la filosofía platónica, eventualmente, se diseminó por todo Occidente, dando cabida a la cultura patriarcal de censurar tanto al homosexual como a la mujer. Ya nadie recordaba, para inicios del cristianismo, el papel importante e igualitario que habían tenido siglos atrás tanto las mujeres como la gente gay en general con respecto al hombre heterosexual.

Esta historia no puede acabar sin antes mencionar otra isla mítica, en este caso Lesbos, patria de la poetisa Safo y hogar de una escuela para muchachas que, según la historia, tuvo mucho éxito en su tiempo. Lamentablemente la escuela decayó y desapareció tras la muerte de su fundadora. Lesbos es tenida en Occidente como el hogar del lesbianismo porque se dice que Safo era amante del amor entre mujeres y en su escuela las muchachas tenían espontáneamente relaciones con sus amigas cuando lo quisieran. Una suerte de paraíso que recordaba, aunque remotamente, el paraíso perdido de Creta.

Estas dos islas, cunas míticas de lo gay/lésbico, se encuentran en lo que Homero llamaba “el mar de aguas oscuras como el vino”, es decir, el Egeo, el mundo que ha creado muchas de las más brillantes ideas y muchos de los más monstruosos prejuicios. O para decirlo de una manera oximorónica: un mundo totalmente dionisiaco.

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[1] Significa: “el que se regocija en la virilidad” (se entiende que de otros). Aunque Robert Graves vino a lanzar la manzana de la discordia al afirmar que se debe interpretar como “el que se regocija en su (propia) virilidad”, aludiendo a los desposorios de un hombre con una mujer.
[2] Obviamente el “affair” le salía caro al pobre enamorado.
[3] No podía ser de otra manera en una sociedad tan obsesionada con el logos.
[4] Vale recordar que para un ateniense antiguo la ciudadanía lo era todo. No ser ciudadano equivalía a la condición de paria social, es decir, casi un esclavo.

lunes, diciembre 14, 2009

COSTA RICAN LIT: MOVING OFFSHORE?



ADIOS (OTRA VEZ) A LA LITERATURA NACIONAL(ISTA)
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o lo que es lo mismo, nuestra literatura nacional ya se mueve “Off-shore”
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Cuando a principios de 2009 el jurado de premios nacionales, Gabriel Baltodano, expuso ante la prensa los razonamientos por los que en el 2008 el Premio Nacional de Cuento había quedado desierto, no solo manifestó el razonamiento de ese jurado en particular, sino también el de todo un siglo de críticos y árbitros literarios costarricenses. A saber: que los textos no eran suficientemente contemporáneos y que no siempre versaban sobre Costa Rica. Lo primero podría referirse a contemporaneidad en estilo o tema, mientras que lo segundo es, en definitiva, el talón de Aquiles de nuestra literatura, o mejor dicho, de nuestra crítica.

Ya antes habíamos escuchado el argumento de la “costarriqueñidad” como un factor decisivo en la entrega de los Premios Nacionales. Para muestras, en los años noventa, cuando Tatiana Lobo obtuvo dicho galardón en la rama de novela, hubo quienes despotricaron contra los jurados por darle el premio “a una chilena” (no importándoles el hecho de que la novela estuviese ambientada en Costa Rica y en medio de sus gentes). Y de la misma manera unos diez años antes, cuando quien suscribe proponía darle a nuestro taller de poesía el nombre de Eunice Odio, hubo una voz disconforme que alegaba la “mexicanidad” de la poeta como impedimento para reconocerla como escritora costarricense. Así las cosas, no es difícil ver como el señor Baltodano y colegas de jurado vuelven a resbalarse en la vieja cáscara de banano llamada “literatura nacional” tal como la entendían Gagini y Magón, es decir, literatura de tema tico, hecha por ticos y en suelo tico.

Queda, sin embargo, pendiente para la historia de la literatura nacional una explicación convincente de las palabras del señor Baltodano, pues su comentario no fue más allá de lo ya apuntado, haciendo gala de la impunidad con que un dictamen “inapelable” les permite actuar.

Por otro lado, ¿serían esos motivos de Baltodano y compañía suficientes para declarar ese premio desierto? ¿Debe la literatura costarricense ser de costarricenses, hablando en castellano costarricense y en espacios físicos costarricenses? Si ese el caso, ya damos por zanjada la cuestión de por qué la literatura de Costa Rica es con frecuencia sosa y poco imaginativa; porque una literatura con tan estrechos parámetros de definición es como un perro con bozal: puede que haga mucha bulla, pero no muerde. Y eso le pasa a la literatura de Costa Rica en general: no muerde al lector.

En el prólogo a su nueva antología de cuento joven de Costa Rica [1], Guillermo Barquero y Juan Murillo anotan lo siguiente:
Las obras de los autores incluidos carecen de rasgos unificadores que permitan agrupar su conjunto formal o temáticamente, de modo que el calificativo “costarricense” que utilizamos en la portada termina siendo tan arbitrario como cualquier otro de los que nos valimos para escoger los textos aquí reunidos, siendo que costarricense es simplemente la nacionalidad de los autores y no una característica de los textos. (Barquero y Murillo, 2009).
Murillo agrega además en una de tantas discusiones blogueras:
Todo lo que escribe un tico es por definición literatura costarricense. Ahora, qué importancia puede tener eso, yo verdaderamente no lo sé. Limitarse a escribir sólo de Costa Rica es eso, una limitación. Si algo es evidente en la narrativa escrita por costarricenses en el siglo XXI es que Costa Rica es un de muchos lugares donde puede ocurrir la acción y que los personajes no son, usualmente, típicos ticos, como tampoco lo son, usualmente, estos autores. Ya no vivimos al amparo del estado paternalista sino en el descampado terrible del mercado global, querer escribir concherías es un anacronismo que se pasa como una indulgencia, pero no como la norma [2].
Igualmente, en su antología del cuento costarricense [3], el español José Manuel García Gil apunta:
La idea de una esencia de lo costarricense, de particulares rasgos raciales, políticos y culturales empieza a erosionarse y a dispersarse. […] Todas estas nuevas y nuevos escritores pertenecen, por tanto, a esa nueva y heterodoxa generación, ajena a realismos mágicos y temáticas de cuño indigenista o social. Una generación que presenta su historia desde una perspectiva individual, dada más a la exploración de una sensibilidad personal que a la crítica social o al manifiesto político. […] En un mundo donde las fronteras aparecen y desaparecen, la nueva narrativa latinoamericana: urbana, hiperreal, muy a tono con la cultura popular norteamericana, y con las nuevas tecnologías, emerge en el paisaje literario del continente. (García Gil, 2007).
A principios del siglo XX, la identidad de los costarricenses estaba en plena formación. Hoy día, si bien el tema identatario sigue siendo apremiante entre nosotros, no constituye ya el centro de nuestro quehacer literario porque la búsqueda del “yo” (versus “nosotros”), la identidad más íntima, ha saltado a primer plano en un mundo de comunicación masiva donde la individualidad parece cada vez más exaltada de jure pero a la vez más ignorada de facto. Así, la literatura nacional se viste y trasviste a gusto y antojo en múltiples formas. Puede ser una epopeya fantástica al estilo de Rafael Ángel Herra; las vicisitudes de una costarricense en Europa o en Cuba (Anacristina Rossi, Catalina Murillo); el fin del mundo desde nuestro pequeño rincón (Guillermo Barquero); viajes de y hacia la Luna (Laura Quijano, Alexánder Obando); o simplemente otra dimensión, otro universo, otra realidad, como es tan frecuente en la poesía de Eunice Odio y la generación poética de los 50.

No hay duda de que la polémica de “la literatura nacional” ya está zanjada entre los escritores de este país. Y definitivamente no hay nada de malo con nuestra literatura nacional, pero debemos ser conscientes de que ahora abarca mucho más de lo que abarcaba en el pasado, muchísimo más de lo que la vieja crítica hosca y anacrónica quiere reconocer. Y es que no hay fronteras nacionales en el ciberespacio, como tampoco las hay en el hiperespacio de la literatura. Lo costarricense —parafraseando de nuevo a Juan Murillo— es simplemente todo aquello escrito por autores costarricenses, indistintamente del tema, personajes u otras consideraciones formales o biográficas.

Y bien, los escritores acusamos recibo y nos damos por enterados. ¿Pero y los nuevos y viejos jurados de premios nacionales? ¿Cuándo caerán en cuenta de esta nueva realidad? Es hora de enviarle otro e-mail al señor Baltodano. Ojalá tenga computadora. Y de ser así, ojalá que también esté conectada a la red.
[1] Historias de nunca acabar. Antología del nuevo cuento costarricense. Barquero, Guillermo y Murillo, Juan. San José, Editorial Costa Rica, 2009.

[2] Murillo, Juan; en elmasviolentoparaiso.blogspot.com

[3] Cuentos del paraíso desconocido. Antología última del cuento en Costa Rica. García Gil, José Manuel. Sevilla, Algaida Editores, 2008.

miércoles, diciembre 09, 2009

AMAZON YA DISRTRIBUYE "EL MÁS VIOLENTO PARAÍSO"


Amigos seguidores de este blog, les avisamos que Amazon.com ya tiene a disposición El más violento paraíso. Si desea adquirirlo por ese medio solo siga este enlace. Si usted desea obtenerlo directamente de los editores con entrega a domicilio dentro del Área Metropolitana de San José, escriba a ventas@edicioneslanzallamas.com

Tal comno avisamos antes, la presentación del libro y firma de ejemplares se llevará a cabo en el mes de enero del 2010. Pronto les ofreceremos lugar y fecha exactos.

jueves, diciembre 03, 2009

LANZALLAMAS INAUGURA SU COLECCIÓN DE NOVELA

La Atlántida, interpretación de la leyenda platónica.

Amigos, ¡YA LLEGÓ!! A partir de hoy está a la venta El más violento paraíso, novela originalmente publicada en el 2001 (Ediciones Perro Azul) y que se agotó hacie el 2003. Si desea comparla directamente a los editores, siga este enlace. Recuerde que Ediciones Lanzallamas tiene entrega a domicilio en el Área Metropolitana. Pronto también estará el libro en librerías de San José.

La presentación de la novela será a finales de enero próximo con toda la parafernalia del caso y el autor (con sobrado gusto) firmará ejemplares esa noche.

NOTA. Amigos: El autor ya ha agotado su existencia personal de ejemplares de El más violento paraíso. Sin embargo, Ediciones Lanzallamas le envía un ejemplar a la puerta de su casa o su trabajo siguiendo este enlace. En cuanto a pedidos del extranjero, favor también escribir al enlace señalado.


Dionisos, dios de la locura, la muerte, el vino, las drogas, el sexo y la regeneración.

Dios tutelar de la novela El más violento paraíso, Baco la permea como el agua permea las ruinas de la antigua Atlántida. (Russell Mamorsky).

Parte de abajo, Sinus Iridum (Bahía del Arco Iris) explanada donde se encuentra la base lunar homónima.


Sinus Iridum es la ciudad emblemática del futuro. Ciudad símbolo del laberinto humano. (Juan Carlos Alvarado).

Cisterna subterránea en la ciudad de Istanbul, antigua Constantinopla.


No se puede entender la vida sin entender la muerte. El más violento paraíso va desde los rascacielos hasta la entrañas mismas de la utopía. (José Pablo Sanabria).

No hay formas de sexo que no sean utópicas.

Juro que jamás he leído ni jamás leeré esa basura llamada El más violento paraíso. (Un jurado de Premio Nacional bajo el seudónimo de "Sor María Romero").

El prólogo a esta segunda edición lo puede ver aquí. Una reseña de Juan Murillo aquí. De Guillermo Barquero aquí. De Rodrigo Soto aquí. El autor en Wikipedia aquí.

martes, diciembre 01, 2009

RAY, YOU'RE GONNA LIVE FOREVER!!

Ray en sus mejores momentos cuando escribía las Crónicas marciasnas.

Ray en sus peores momentos cuando visitaba Los cuentos de la cripta.

El chico de Ohio que triunfó en Los Ángeles.

Una de las obras cumbres del género ciencia ficción. (Si no lo ha leído todavía, no tiene derecho a quejarse de la ciencia ficción).

I love this book!!...

Entrevita a Ray Bradbury en la FIL de Guadalajara aquí.